martes, 26 de noviembre de 2013

La Cañamares...

Tengo 1.000 razones para llorar
pero al llanto no le bastan
mis 1.000 razones.
Sólo cuando me golpeo el pie
con las patas de los muebles
que salvé del naufragio
el llanto se decide a romper.

De lo importante mi llanto se ríe.




Hay palabras que se van cerrando
como bares viejos comprados
para abrir zapaterías.

Palabras que nunca más pronunciaré
con naturalidad. Palabras que
para siempre sólo serán citas.

Nunca viví por dentro la palabra
abuelo. Abuelo era el título de un cuento
escrito en otro idioma.

Madre fue una palabra temida  y adorada
un tótem levantado en medio de La Mancha.

Padre era un pasillo en el que nunca
me detuve por mucho tiempo.

Palabras cerradas.
Juguetes de la infancia que ya
no se fabrican.

Ana Pérez Cañamares, Las sumas y los restos (V Premio de poesía Blas de Otero Villa de Bilbao, 2012), Madrid, Devenir, 2013

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