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martes, 29 de marzo de 2016

Sobre Miguel Hernández. Un documental para el proyecto Sí, a Miguel Hernández, de Niño de Elche
                                      

lunes, 28 de marzo de 2016


Coincide el septuagésimo cuarto aniversario de tu muerte con mi lectura de Breve historia de la Guerra Civil española, de Gabriel Jackson (editorial Grijalbo, Barcelona, 1986. Traducción de José Antonio Bravo). Lo leo y pienso lo importante que es la memoria, lo necesario que es recordar no sólo para no repetir la Historia, sino para saber quiénes somos, qué experiencias nos conforman, qué referentes elegimos, quién nos acompaña en la vida... Cuáles son nuestras prioridades, cuáles nuestras necesidades, a qué estamos dispuestos a renunciar para vivir. Te pienso y siento una profunda tristeza, Miguel. Por lo poco que hemos aprendido de vuestra lucha, por saberte en boca y en estudios de personas ajenas a lo que fuiste, a lo que quisiste, a lo que eres.
Me acompañas desde mi adolescencia y sé que tampoco estoy a la altura. Ni de ti ni de tantos otros como tú. Cito a Jackson:
 
Durante diez días, del 8 al 18 de noviembre [de 1936], la batalla continuó sin tregua. Madrid se convirtió de repente en centro del mundo: desde sus habitaciones de los hoteles cercanos a la plaza de España, periodistas famosos de todos los países seguían con prismáticos los combates de la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria. En las calles saboreaban la gracia, el valor y la dignidad de la gente, lo que hizo de casi todos ellos partidarios de por vida del pueblo español.
 
Lo leo y me emociono, pero luego me arrepiento de ese espacio que concedo al sentimentalismo. Es otra cosa la que debemos conseguir. Es tener conciencia de por qué luchasteis, de por qué debemos luchar aunque ahora parece todo perdido (el drama de los refugiados es para no volver a respirar). Dicen que estamos pasados de moda, que nuestros ideales son antiguos (lo dicen ellos, Miguel, ellos, que son estandarte, bandera y defensores de los valores de siempre, eternamente actualizados: orden, religión, dinero, familia...). Pero somos nosotros los que tenemos ideas anticuadas, ideologías que ya no... En fin.
 
Tú y yo (y otros muchos) sabemos lo importante:
 
Pero ¿qué son las armas: qué pueden, quién ha dicho?
Signo de cobardía son: las armas mejores
aquellas que contienen el proyectil de hueso
son. Mírate las manos.
 
Las ametralladoras, los aeroplanos, pueblo:
todos los armamentos son nada colocados
delante de la terca bravura que resopla
en tu esqueleto fijo.
 
Porque un cañón no puede lo que pueden diez dedos:
porque le falta el fuego que en los brazos dispara
un corazón que viene distribuyendo chorros
hasta grabar un hombre.
 
Poco valen las armas que la sangre no nutre
ante un pueblo de pómulos noblemente dispuestos,
poco valen las armas: les falta voz y frente,
le sobra estruendo y humo.
 
Poco podrán las armas: les falta corazón.
Separarán de pronto dos cuerpos abrazados,
pero los cuatro brazos avanzarán buscándose
enamoradamente.
 
Arrasarán un hombre, desclavarán de un vientre
un niño todo lleno de porvenir y sombra,
pero, tras los pedazos y la explosión, la madre
seguirá siendo madre.
 
Pueblo, chorro que quieren cegar, estrangular,
y salta ante las armas más alto, más potente:
no te estrangularán porque les faltan dedos,
porque te basta sangre.
 
Las armas son un signo de impotencia: los hombres
se defienden y vencen con el hueso ante todo.
Mirad estas palabras donde me ahondo y dejo
fósforo emocionado.
 
Un hombre desarmado siempre es un firme bloque:
sabe que no es estéril su firmeza y resiste.
Y los pueblos se salvan por la fuerza que sopla
desde todos sus muertos.
 
Titulaste este poema Pueblo. Pertenece a tu libro El hombre acecha y me ha parecido oportuno recordarlo porque el hombre sigue acechando, Miguel. Y cómo renovar cada día la esperanza para seguir. Escribo esto y me avergüenzo... ¿Estamos peor de lo que vosotros estuvisteis? Reproduzco tus dos últimas cartas, que más son notas que cartas:

Josefina, deja de mandarme comida. Hace tres días que como son gana y hoy ya no he comido. Me da fiebre comer. No creas por eso que estoy peor. Son alternativas de la enfermedad. No dejes por eso de mandarme las magdalenas y las empanadas de tomate sin sal. Algún bote de mermelada también. El pescado no lo he probado, no me apetecía.
De lo que me dices de si es por voluntad mía o no [te refieres a tu matrimonio por la Iglesia, querías asegurar el futuro de Josefina y de tu hijo] te digo que no. Lo que para mí es una gran pena, para ti es una alegría. Pero, al fin, esto no tiene importancia por ahora.
Que no haga la tía muy dulces las magdalenas. Las prefiero poco dulces. Josefina, tengo muchas ganas de verte, aunque sea en el momento de casarnos. Total, que a estas horas, somos una pareja de tórtolos. Besos para mi hijo. Te quiero,

MIGUEL

Josefina, la fiebre se va poco a poco y voy estando mejor cada día.
Manda hoy mismo otra caja de BISEPTISEN. No eches nada a la sustancia. El primer día me gustó, sólo que estaba muy espesa.
Da besos a Manolillo.

MIGUEL

¿De dónde sacabas las fuerzas para bromear, ese optimismo final? ¿De qué material estabas -estabais- hechos?...

martes, 19 de mayo de 2015

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.
.
Miguel Hernández. Estrofa de la primera parte del poema "El hambre", de El hombre acecha (1937-1939)

sábado, 28 de marzo de 2015

30 de octubre de 1910 - 28 de marzo de 1942

 
 
A ti sola, en cumplimiento de una
promesa que habrás olvidado como si
fuera tuya.
 
 
Un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida.
 
Rayo de metal crispado
fulgentemente caído,
picotea mi costado
y hace en él un triste nido.
 
Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas.
 
Tal es la mala virtud
del rayo que me rodea,
que voy a mi juventud
como la luna a la aldea.
 
Recojo con las pestañas
sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.
 
¿Adónde iré que no vaya
mi perdición a buscar?
Tu destino es de la playa
y mi vocación del mar.
 
Descansar de esta labor
de huracán, amor o infierno
no es posible, y el dolor
me hará a mi pesar eterno.
 
Pero al fin podré vencerte,
ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar.
 
Sigue, pues, sigue cuchillo,
volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.
 
Miguel Hernández, El rayo que no cesa (1936)
 
Entre nuestras dos sangres
algo que aparta, algo
que aleja, impide, ciega,
sucede palmo a palmo.
 
Entre nuestras dos sangres
va sucediendo algo,
arraiga el horizonte,
hace anchura el espacio.
 
Entre nuestras dos sangres
ha de suceder algo,
un puente como un niño,
un niño como un arco.
 
Entre nuestras dos sangres
hay cárceles con manos.
Cuanto sucede queda
entre los dos de paso.
 
Miguel Hernández, Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)

domingo, 24 de agosto de 2014


Esta mañana he escuchado en la radio que hoy hubieran debido volver a las aulas los niños palestinos de la Franja de Gaza...
 
Cuatrocientos sesenta y nueve (469 niños) no podrán hacerlo porque han sido asesinados.
 
Los que siguen vivos no podrán hacerlo hasta que no se decrete un alto el fuego.
 
Por si alguien considera que, dentro de lo que cabe, UNICEF ofrece datos fiables: aquí. ¿O también UNICEF es sospechosa de antisemitismo?
 
Así que, de nuevo, necesitamos la palabra de Miguel Hernández:
 
Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío,
abiertos ante el cielo como dos golondrinas:
su color coronado de junios, ya es rocío
alejándose a ciertas regiones matutinas.
 
Hoy, que es un día como bajo la tierra, oscuro,
como bajo la tierra, lluvioso, despoblado,
con la humedad sin sol de mi cuerpo futuro,
como bajo la tierra quiero haberte enterrado.
 
Desde que tú eres muerto no alientan las mañanas,
al fuego arrebatadas de tus ojos solares:
precipitado octubre contra nuestras ventanas,
diste paso al otoño y anocheció los mares.
 
Te ha devorado el sol, rival único y hondo
y la remota sombra que te lanzó encendido;
te empuja luz abajo llevándote hasta el fondo,
tragándote; y es como si no hubieras nacido.
 
Diez meses en la luz, redondeando el cielo,
sol muerto, anochecido, sepultado, eclipsado.
Sin pasar por el día se marchitó tu pelo;
atardeció tu carne con el alba en un lado.
 
El pájaro pregunta por ti, cuerpo al oriente,
carne naciente al alba y al júbilo precisa;
niño que sólo supo reír, tan largamente,
que sólo ciertas flores mueren con tu sonrisa.
 
Ausente, ausente, ausente como la golondrina,
ave estival que esquiva vivir al pie del hielo:
golondrina que a poco de abrir la pluma fina,
naufraga en las tijeras enemigas del vuelo.
 
Flor que no fue capaz de endurecer los dientes,
de llegar al más leve signo de la fiereza.
Vida como una hoja de labios incipientes,
hoja que se desliza cuando a sonar empieza.
 
Los consejos del mar de nada te han valido...
Vengo de dar a un tierno sol una puñalada,
de enterrar un pedazo de pan en el olvido,
de echar sobre unos ojos un puñado de nada.
 
Verde, rojo, moreno; verde, azul y dorado;
los latentes colores de la vida, los huertos,
el centro de las flores a tus pies destinado,
de oscuros negros tristes, de graves blancos yertos.
 
Mujer arrinconada: mira que ya es de día.
(¡Ay, ojos sin poniente por siempre en la alborada!)
Pero en tu vientre, pero en tus ojos, mujer mía,
la noche continúa cayendo desolada.
 
Este texto no forma parte de ningún poemario de Miguel, pero está fechado en 1938 (es decir, formaría parte del trabajo que el poeta realizó para El hombre acecha).
 
Su primer hijo, Manuel Ramón, murió, con diez meses, el 19 de octubre de 1938. 
Porque hoy no es el aniversario de su nacimiento, ni de su muerte. Ergo... ¡Viva Miguel!



A Miguel Hernández, Mayte Martín.

viernes, 28 de marzo de 2014

Miguel Hernández Gilabert, 30 de octubre de 1910 - 28 de marzo de 1942


Miguel Hernández (30 de octubre de 1910 - 28 de marzo de 1942)

Josefina, deja de mandarme comida. Hace tres días que como sin gana y hoy ya no he comido. Me da fiebre comer. No creas por eso que estoy peor. Son alternativas de la enfermedad. No dejes por eso de mandarme las magdalenas y las empanadas de tomate sin sal. Algún bote de mermelada también. El pescado no lo he probado, no me apetecía.
 
De lo que me dices de si es por voluntad mía o no [se refiere a su matrimonio eclesiástico. Miguel quería dejar a Josefina y, sobre todo, a su hijo, protegidos en esa católica sociedad], te digo que no. Lo que para mí es una gran pena, para ti es una alegría. Pero, al fin, esto no tiene importancia por ahora.
 
Que no haga la tía muy dulces las magdalenas. Las prefiero poco dulces. Josefina, tengo muchas ganas de verte, aunque sea en el momento de casarnos. Total, que a estas horas, somos una pareja de tórtolos. Besos para mi hijo. Te quiero,
 
MIGUEL
 
[sin fecha]
 
Miguel Hernández, Obras completas, vol. III, Barcelona, RBA, 2006
 
 
Llevadme al cementerio
de los zapatos viejos.
 
Echadme a todas horas
la pluma de la escoba.
 
Sembradme con estatuas
de rígida mirada.
 
Por un huerto de bocas
futuras y doradas
relumbrará mi sombra.
 
*****
 
Querer, querer, querer,
ésa fue mi corona.
Ésa es.
 
*****
 
 
La libertad es algo
que sólo en tus entrañas
bate como el relámpago.
 
*****
 
El amor ascendía entre nosotros
como la luna entre las dos palmeras
que nunca se abrazaron.
 
El íntimo rumor de los dos cuerpos
hacia el arrullo un oleaje trajo,
pero la ronca voz fue atenazada.
Fueron pétreos los labios.
 
El ansia de ceñir movió la carne,
esclareció los huesos inflamados,
pero los brazos al querer tenderse
murieron en los brazos.
 
Pasó el amor, la luna, entre nosotros
y devoró los cuerpos solitarios.
Y somos dos fantasmas que se buscan
y se encuentran lejanos.
 
*****
 
Tan cercanos, y a veces
qué lejos nos sentimos,
tú yéndote a los muertos,
yo yéndome a los vivos.

 
Cancionero y romancero de ausencias

miércoles, 30 de octubre de 2013

El primer poema que memoricé de Miguel Hernández...

¡Hay qué ver, cómo era de adolescente yo!...



Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.

Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos en  mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.

No puedo con mi estrella.
Y busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.

Si no fuera ¿por qué?... no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.

Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.

Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
qué inconformes mis ojos?

Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.

Me sobra corazón.

Hoy, descorazonarme,
yo, el más corazonado de los hombres,
y, por el más, también el más amargo.

No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.

Su voz...

Miguel Hernández. Orihuela, 30 de octubre de 1910 - Reformatorio de Adultos de Alicante, 28 de marzo de 1942


Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.
.
Estrofa de la primera parte del poema "El hambre", en El hombre acecha (1937-1939)

 
30 de octubre de 1910 - 28 de marzo de 1942
Hoy, Miguel Hernández hubiera cumplido ciento tres años...

La libertad es algo
que sólo en tus entrañas
bate como el relámpago.

lunes, 5 de agosto de 2013

De cómo las estaciones pueden ser un concepto subjetivo... Romancillo de mayo, de Miguel Hernández, en versión de Joan Manuel Serrat.
                  

jueves, 28 de marzo de 2013

La falta que nos hace...

Hoy hace setenta y cuatro años que murió.

martes, 30 de octubre de 2012

Hoy, Miguel Hernández hubiera cumplido ciento dos años. Y nos sigue siendo tan, pero tan
necesario...