Mi persocrónica...
Antes de que se me pase la excitación nerviosa, lo quiero contar. Me ha gustado (mucho) que el partido fuera de noche, porque el campo iluminado es verdaderamente impresionante. ¿Qué he visto? He visto mi barrio comprimido en un estadio. No sé si había muchos espectadores de barrios altos, pero, mirara donde mirara, veía rostros reconocibles de mi gente. Incluso los trajes eran obligados, de dependientes o comerciales sin tiempo para pasar por casa a cambiarse. Se ha notado cuando han sacado de una mochila el bocata de chorizo... La esperanza en ese gol sin pretensiones de poder, simplemente por aquello de rozar la alegría, un pequeño respiro antes de ahogarnos en la finalización del estado del bienestar (¡ay que joderse!) definitivamente...
Antes de que se me pase la excitación nerviosa, lo quiero contar. Me ha gustado (mucho) que el partido fuera de noche, porque el campo iluminado es verdaderamente impresionante. ¿Qué he visto? He visto mi barrio comprimido en un estadio. No sé si había muchos espectadores de barrios altos, pero, mirara donde mirara, veía rostros reconocibles de mi gente. Incluso los trajes eran obligados, de dependientes o comerciales sin tiempo para pasar por casa a cambiarse. Se ha notado cuando han sacado de una mochila el bocata de chorizo... La esperanza en ese gol sin pretensiones de poder, simplemente por aquello de rozar la alegría, un pequeño respiro antes de ahogarnos en la finalización del estado del bienestar (¡ay que joderse!) definitivamente...
El cholo (¡ay!) Simeone, punto negro en la lejanía, dando órdenes, gritando, gesticulando, pero siempre con los jugadores, con ellos, en la cercanía del miedo, de la bronca, de la fuerza, del cansancio, del miedo... Y Villa, pues eso: Villa, en fin...
Y también me ha gustado ver el rollito de padres e hijos e hijas... Por cierto, muchas mujeres en el campo. De todas las edades (yo andaba pelín preocupada con eso del trasnoche y el madrugón de mañana, claro que... arrieritos somos). Se trata de una complicidad yo diría (y ya sé que es una barbaridad) casi genética. No se transmite por el ADN, pero tal vez las ondas de la intensidad traspasen la epidermis y lleguen a zonas que se expresan en una mirada... En esa mirada.
Y los alrededores del campo, repletos de camisetas rojiblancas, y ningún mal rollo, y de nuevo el barrio y el grito que escuché toda mi infancia: At-le-ti; At-le-ti...
Y también me ha gustado ver el rollito de padres e hijos e hijas... Por cierto, muchas mujeres en el campo. De todas las edades (yo andaba pelín preocupada con eso del trasnoche y el madrugón de mañana, claro que... arrieritos somos). Se trata de una complicidad yo diría (y ya sé que es una barbaridad) casi genética. No se transmite por el ADN, pero tal vez las ondas de la intensidad traspasen la epidermis y lleguen a zonas que se expresan en una mirada... En esa mirada.
Y los alrededores del campo, repletos de camisetas rojiblancas, y ningún mal rollo, y de nuevo el barrio y el grito que escuché toda mi infancia: At-le-ti; At-le-ti...
Pero lo más intenso (que se pueda contar), para mí, porque reconozco que me ha costado ver las jugadas completas (supongo que debo tener un problema con la visión periférica), ha sido el recuerdo de la señora Carmen, la alicantina, la vecina por la que yo, hija de padre analfabeto futbolístico (excuso decir de madre...) soy del Atleti desde (por lo menos), los ocho años. Porque fue en mi comunión cuando ella, la señora Carmen, la alicantina, me regaló la toalla del Atleti de la que ya he hablado en este blog. Pero no es sólo por el tema toalla. Es, sobre todo, por las historias que la señora Carmen me contaba de su hermano. Su hermano era Miguel Adrover Torregrosa, delantero del Atlético de Aviación. Ahí es nada y casi nadie al aparato...
Miguel Adrover murió con veintitrés años, en 1945. Era guapo, ¿verdad?
Fotré...
Resultado: hemos ganado 3-1 (¡¡¡Aúpa Atleti!!!)