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sábado, 10 de diciembre de 2016

Un poema de Jesús López Pacheco: «Catorce versos de madera a la muerte de Max Aub»

Para Ignacio Soldevila, quien, hace muchos años
me preguntó: «¿Has leído a Max Aub?»
[Los dos encuentros fueron en Corfú (1960
) y en Nueva York (1971)]

Se le notaba ya la calavera
bajo la tensa piel —¿de la amargura?—.
Y al sonreír con su sonrisa dura
y oscura de fumar, su cara era

una talla de vida y de madera.
Miraba desde un fondo y una altura.
Aún tenía alegría, pero oscura.
Y su voz ya no era lo que era.

Español sin España tanta vida
—y ella sin tantos hondos españoles—,
siguió español hasta caerse muerto.

Cuando España es cerrada o malvendida,
muchos se van, como los caracoles,
España a cuestas por el mundo abierto.

Jesús López Pacheco, Asilo poético. Poemas escritos en Canadá (1968-1990), Madrid, Endymion, 1992

 

domingo, 14 de junio de 2015

A mis padres, reencontrados.
Para María del Sol, lejana.
 
"...por la calle de Alcalá..."

¡Cuánto, madre Madrid, te he desamado
en años de furor y crecimiento,
cuando eras cárcel, y tu aire un viento
cruel contra mi corazón alzado!

Recorro hoy, ausente y ausentado,
calles que aún huelen a mi pensamiento,
plazas que abrazan, y con paso lento
sigo pasos que he tantas veces dado.

Con el que fui me encuentro en los rincones;
con el que pude ser, en las esquinas.
Y va el que soy por donde fue el que era

haciendo amor de las separaciones
y el viejo desamor... ¡Qué larga acera
para pisar recuerdos casi en ruinas!

Jesús López Pacheco, Asilo poético (poemas escritos en Canadá, 1969-1990), Madrid, Endymión, 1992

lunes, 7 de enero de 2013


Homenaje a un guerrillero y su pintor.
A Ron Newton, que prestó
su voz inglesa a mis poemas.
                             
Ese fusil que apunta a mi camisa blanca
jamás me hará caer de bruces contra el suelo.
                           
Yo no voy a morir porque me maten.
                         
Con la camisa blanca y pálido de cara,
con los brazos abiertos hacia toda la vida,
todos los que no han muerto y todos los que nazcan
seguirán contemplándome a la luz de ese farol
que abrazaría.
La luz que necesitan para apuntarme al pecho
hará que aunque disparen jamás puedan matarme:
nadie la apagará, todos los ojos
continuarán mirando estos ojos abiertos.
                  
Aunque caiga de bruces, no cerraré los brazos.
Aunque cierre los brazos, seguiré levantado.
Aunque el barro me manche la camisa y la cara,
seguirá la blancura clavándose en los ojos
y siempre seguirán sonando las guitarras que han sonado.
 
Jesús López Pacheco, «Fusilamientos», en Asilo poético, Madrid, Endymion, 1992

domingo, 30 de septiembre de 2012

Leo este poema y me acuerdo de mis alumnos, de mis ahijados, de mis sobrinos, de todos los chavales que llenan la calle... y de los que no.
 
Hijos nuestros que estáis en la tierra
y seguiréis estando después de que nosotros
estemos bajo ella.
Recordados sean vuestros nombres
por haberlos llenado de esperanza.
Pero tampoco os importe el olvido probable,
porque infinitos son los olvidados dignos de memoria.
El aire y el tiempo están llenos de nombres:
cada generación los respira.
Haced en este mundo la esperanza vuestra y nuestra,
porque nadie la hará por vosotros;
o, al menos, así como nosotros la intentamos,
intentadla vosotros y pasadla más alta todavía.
Ganaos diariamente vuestro pan y vuestra vida,
que nadie os ha de dar mientran tengan la vida y el pan dueño,
pero no sólo el pan y la vida, sino ganaos también
la luz que los oscuros intentan apagar
e iluminad con ella la sombra nuestra de cada día.
Perdonadnos nuestras debilidades
y haced que su recuerdo os dé más fuerza.
Porque nadie jamás os librará de nada
si no os libráis vosotros,
y nada será construido en esta tierra
si no lo construyen vuestras manos,
así como otras manos han hecho por los siglos de los siglos.
Hijos nuestros que estáis en la tierra
y que seréis los padres de los hijos vuestros.
Porque un día los hijos se harán padres,
y todos los padres se harán padres de huérfanos,
y los huérfanos tienen que hacerse padres de sí mismos,
y padres de esta tierra hija del hombre,
de esta tierra terrible, hermosa, sin cielos y sin padre.
 
Jesús López Pacheco, «Hijos nuestros», en Asilo poético. Poemas escritos en Canadá (1968-1990), Madrid, Endymión, 1992


jueves, 23 de agosto de 2012

Un grande del que a veces unos nos olvidamos (y otros están encantados de que así sea...): Jesús López Pacheco
 
Poeta es el que asume seriamente
algún dolor de todos.
El que hace de dolor y vida
belleza nueva
para que sirva de esperanza a los mejores.
Poeta es el que puede alegremente
hacer de la verdad belleza necesaria.

                                
Jesús López Pacheco, Asilo poético (poemas escritos en Canadá, 1968-1990), Madrid, Endymión, 1992