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viernes, 15 de julio de 2016

Salir unos días de Madrid, llegar a pensar que el mundo es hermoso (y lo es).

 


Darte cuenta, hoy, de nuevo y otra vez y otra de lo vulnerables que somos. No habrá paz mientras haya refugiados, mientras haya guerras... Camión, Niza, terrorismo, miedo, muertes.

Y, otra vez y como siempre, encontrar la explicación en los libros. No es que me guste que esto sea así; a veces me da vergüenza, como si yo poseyera algo que no le es permitido a todo el mundo. A veces, me noto desclasada, alejada; el desgarro de quien se siente algo que ya no es. Y sin embargo...

«Piensa ahora don Gumersindo, en las postrimerías de su jubilación, que el mundo nació degenerado y putrefacto, pero admite que a los veinte años toda persona abriga el convencimiento de que el mundo ha de mejorar, de que camina hacia su arreglo definitivo e incluso considera que el destino de la juventud no es otro que colaborar en la reparación. Probablemente, dice, la cima de la madurez coincida con el deslumbramiento fatal de lo irremediable, con el luminoso panorama de la desolación humana definitiva […]»
 
Gonzalo Hidalgo Bayal, El espíritu áspero, Barcelona, Tusquets, 2009

jueves, 19 de diciembre de 2013

«Gran consuelo es, sin duda, saber la parte risueña de la propia desgracia.»
                      
 
Gonzalo Hidalgo Bayal, La sed de Sal, Barcelona, Tusquets, 2013
«La juventud está cansada de comprobar una y otra vez que los afanes de su vida son incompatibles con los de la vida adulta. Los adultos se adueñan del día y de la ciudad, ostentan el monopolio del tiempo y del espacio, y los jóvenes quedan relegados a la periferia de uno y otro. Por eso han terminado descubriendo que sólo les queda una opción: apartarse, alejarse, esto es, apropiarse de los lugares solitarios y de las horas intempestivas, vivir mientras la ciudad duerme. Por eso empezaron a retrasar las horas domésticas, el sueño, y así decidieron vivir de noche, recogerse al amanecer, vivir al margen y en los márgenes.»
 
Gonzalo Hidalgo Bayal, La sed de Sal, Barcelona, Tusquets, 2013
«Por la tarde cayó una tormenta caudalosa y cruel. La meteorología, que no deja de ser un capricho de los dioses, se alía en ocasiones con la desventura para acentuar su sinsabor»
           
Gonzalo Hidalgo Bayal, La sed de Sal, Barcelona, Tusquets, 2013
«Toda catástrofe produce cambios, cada desgracia marca un nuevo rumbo, de la destrucción surgen los tiempos venideros»  
                                                                        
Gonzalo Hidalgo Bayal, La sed de Sal, Barcelona, Tusquets, 2013
              

lunes, 16 de diciembre de 2013

«[...] bajando un día por la cuesta de Moyano, donde me proveía de novelas policiacas de ocasión, vi de pronto en un montón de saldo un ejemplar de Travel of Murania. [...] Me hubiera gustado averiguar por qué sinuosos caminos había ido a parar a la cuesta de Moyano, cómo había salido del recinto bibliotecario del regimiento, pero sabía que era una investigación tan caprichosa como impracticable, oscura como la biografía de Tomás Vadillo, tortuosa como los caminos por los que había llegado antes al cuartel. Sí podía hacer otra cosa, en cambio: comprarlo, leerlo, dar fin a sus andanzas.»
 
Gonzalo Hidalgo Bayal, La sed de Sal, Barcelona, Tusquets, 2013

Alegría...

Ir a La Central y encontrarme con:

 
«[...] los sobrenombres que se ganan permanecen a fuego en el carácter. Cuando contamos viejas historias no contamos cualquier historia (no es tan amplio nuestro repertorio ni tan entretenido), sino aquellas en las que hemos intervenido de modo principal, y no las contamos porque sí, sin más motivo, sino porque las revivimos al contarlas, porque mientras se prolonga el relato volvemos a ser lo que fuimos y, aunque sea fugazmente y por las extrañas virtudes de la narración, nos convertimos en el personaje que ya hemos dejado de ser, incluso en el personaje que nunca fuimos y que nos hubiera gustado ser, pues no en vano el relato endereza los hechos, los enmienda y los sostiene. Por eso tenemos tanta tendencia a contar lo que nos ha ocurrido y por eso contamos con insistencia preferente muchas veces los mismos episodios, los episodios distintivos, los episodios de los que nos sentimos más partícipes, aunque sean cimas del infortunio o cumbres de la desesperación. Tenemos nostalgia de nosotros mismos, tanta nostalgia de lo que fuimos que las mayores desventuras quedan purificadas y cernidas por el tamiz del recuento, o por la sugestión de las palabras, y se convierten en capítulos recurrentes de nuestra biografía. Yo diría que es ley de vida, máximo exponente de nuestra humana condición, a saber: que contamos sólo con nuestras desgracias, que sólo las desgracias nos dan sentido, que sólo las desgracias nos dan forma y carácter, tristísima configuración del hombre. Por eso me recuerdo a mí mismo como Travel y hablo como Travel y soy Travel mientras hablo.»
                  
Gonzalo Hidalgo Bayal, La sed de Sal, Barcelona, Tusquets, 2013

viernes, 17 de mayo de 2013

Gonzalo Hidalgo Bayal, uno de los mejores escritores contemporáneos, se larga una quintilla atlética estupenda en su blog. ¡Arriba!

Si aún hay justicia poética
en aqueste mundo herético
esta copa penibética
—no hay estética sin ética—
ha de ganarla el Atlético.

Se titula Vaticinio...

jueves, 15 de diciembre de 2011

«La perfección gramatical es una buena aliada del atardecer. Tal vez por eso se enamoraron. Aunque tal vez nunca llegaran a enamorarse del todo»

Gonzalo Hidalgo Bayal, «Aquiles y la tortuga»,  Conversación, Barcelona, Tusquets, 2011

viernes, 9 de diciembre de 2011

«Me maravillaba, por una parte, que una mujer como aquélla, con un marido y dos hijos (no sé si eran niños o niñas, o niño y niña), en aquella atmósfera de plexiglás, que era la forma de una ilusión transparente, la expresión de una felicidad sintética y humilde, quisiera dedicarse a estudiar griego y licenciarse en arte o literatura»
«[…] un rostro que se ofrecía con una tristeza infinita y con una melancolía inagotable a una acción imprevista»

«Las lágrimas no me dejaban ver con nitidez la miseria del paisaje ni la suciedad ingrata de tanta desventura. Los dioses destinaron a los míseros mortales a vivir en la tristeza, dice Aquiles»
«Por esa desazón lo cuento»

Gonzalo Hidalgo Bayal, «Kalé heméra», en Conversación, Barcelona, Tusquets, 2011