miércoles, 27 de noviembre de 2013

«Yo sé morir. Eso puedo hacerlo sin ayuda. Nadie me ha enseñado. Nací aprendida. No necesito lecciones. Tengo una gran experiencia. Muero y renazco, muero y renazco, a todas horas, no he hecho otra cosa en mi vida. Al menos eso me queda»
                                                                            
Eloy Tizón, «El cielo en casa», Técnicas de iluminación, Madrid, Páginas de espuma, 2013
 
 
 
«La Oruga y Alicia se estuvieron mirando un rato en silencio: por fin la Oruga se sacó la pipa de la boca, y se dirigió a la niña en voz lánguida y adormilada:
—¿Quién eres tú? —dijo la Oruga.
No era una forma demasiado alentadora de empezar una conversación. Alicia contestó un poco intimidada:
—Apenas sé, señora, lo que soy en este momento... Sí sé quién era al levantarme esta mañana, pero creo que he cambiado varias veces desde entonces.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó la Oruga con severidad—. ¡A ver si te aclaras contigo misma!
—Temo que no puedo aclarar nada conmigo misma, señora —dijo Alicia—, porque yo no soy yo misma, ya lo ve.
—No veo nada —protestó la Oruga.
—Temo que no podré explicarlo con más claridad —insistió Alicia con voz amable—, porque para empezar ni siquiera lo entiendo yo misma, y eso de cambiar tantas veces de estatura en un solo día resulta bastante desconcertante».

Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas

 

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