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lunes, 9 de abril de 2012

De qué sirven las cosas que no sirven para nada, como la literatura (II)

Preparo la charla para las Jornadas sobre la Cultura de la República (programa aquí), que versará sobre las visión que el cine ha dado de la Segunda Republica. La investigación (más bien tanteo) inicial se ha ido focalizando cada vez más en aquellas películas basadas en algún texto literario (cinéfila sí, pero filóloga más... ¡qué le vamos a hacer!). Y el otro día, compartiendo obsesión y vinín con LaMoni, comentábamos esos fuegos de artificio a los que parece que somos tan dados los españoles. Es decir, nos debatíamos en la ambivalencia (sentimental y conceptual) derivada de los gestos heroicos (no siempre positivos) del pueblo español y, más concretamente, del madrileño (dado que uno de los textos y película de la que tratábamos era La forja de un rebelde). Ese adocenamiento en el que nos sumimos durante largos espacios de tiempo y que, de repente, se convierte en voladuras de indignación y lucha que parece que nos van a librar del yugo de la opresión y que luego, como por arte de birlibirloque, se queda en nada, en agua de borrajas... Cierto es que ayudados y auspiciados por poderes que doblegan ese instinto de la liberación... Todo surgió por una pregunta: ¿Cómo pudo resistir el pueblo de Madrid dos años de asedio fascista abandonado de todos -en primer lugar, del gobierno, que ya en noviembre de 1936 huyó a Valencia-?): «Yo puedo ser un bruto, pero ese fulano es un fascista. ¿Sabe usted lo que le ha pasado? Tenía miedo de pasar a través de Tarancón, porque allí están los anarquistas, y por eso se ha vuelto a Madrid. ¿Usted no conoce la historia? Pues todo Madrid la conoce ya. En Tarancón, los anarquistas estaban esperando al Gobierno y a todos los peces gordos que se escaparon la otra noche, y querían fusilarlos a todos [...]» (Arturo Barea, La forja de un rebelde, fragmento perteneciente al tercer volumen, La llama)
               
Y, como tantas otras veces,  este carácter es observado, en primer lugar, por las gentes que nos llegan de fuera. El lema que abre Jinetes del alba, de Jesús Fernández Santos dice:
                        
«Se diría que un heroísmo sin objeto y sin empleo ha formado a España: se levanta, se yergue, se exagera, provoca al cielo, y éste, a veces, para darle gusto, se encoleriza y contesta con grandes gestos de nubes, pero todo queda en un espectáculo generoso e inútil.» (Carta de Rilke a Rodin, diciembre de 1912)
                    
Lo de generoso está muy bien, pero digo yo que a ver cuándo hacemos algo realmente útil... Y otra cosa: no nos vamos a suicidar.

domingo, 8 de abril de 2012

¡Venga, otro, que no se diga!... o De qué sirven las cosas que no sirven para nada, como la literatura (I)

«Yo soy un socialista. Sí, señor, un socialista. Y no he leído en mi vida a ese Marx ni a ese Bakunin, ni me interesa un pito. Yo soy un socialista por la misma razón que tú eres un anarquista y Manolo un comunista; porque estamos hartos, hasta la coronilla, de esta cochina vida. Un buen día te pare tu madre, sin que tú te enteres de lo que ha pasado Y cuando  te empiezas a enterar de dónde estás, de lo primero que te enteras es de que padre está sin trabajo, madre esperando un hermanito y el puchero vacío. Te mandan a la escuela a que los frailes te den de comer de limosna, y en cuanto te empinas un poco, antes de que sepas mal leer, dicen que eres ya un hombrecito y te ponen a trabajar… Cuando llegas a hombre, ganas un duro, cinco cochinas pesetas… Pues por todo esto es por lo que soy un socialista, por esta leche agria que durante cuarenta años de su vida se ha tenido que tragar Angelito García, un servidor de Dios y ustedes. Y ahora os voy a decir una cosa. Callaros [sic] ya con Bakunin y Marx y toda esa gentuza. ¡UHP! ¿Sabéis lo que quiero decir? Unión de Hermanos Proletarios. Igual, igual que aquellos tíos de Fuenteovejuna: todos a una. Esto es lo que cuenta. Lo que contáis vosotros son pamplinas que sólo sirven para volverle a uno los sesos y darnos patadas en las espinillas unos a otros. Y mientras, los otros nos sacuden de firme.»
                      
Arturo Barea, La forja de un rebelde, Barcelona, Debate, 2004

La forja de un rebelde es una trilogía compuesta por: La forja (1941), La ruta (1943) y La llama (1946). Mario Camus dirigió en 1990 una versión cinematográfica para televisión que consta de seis capítulos y que pueden ver aquí. Se lo recomiendo.