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jueves, 13 de junio de 2013

Un poema y una recomendación cinematográfica

Está solo. Para seguir camino
se muestra despegado de las cosas.
No lleva provisiones.

Cuando pasan los días
y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
tan sólo le conmueve
ese acierto imprevisto
del que pudo vivir la propia vida
en el seguro azar de su conciencia,
así, naturalmente, sin deudas ni banderas.

Una vez dijo amor.
Se poblaron sus labios de ceniza.

Dijo también mañana
con los ojos negados al presente
y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,
fanasmas como saldo,
un camino de nubes.

Soledad, libertad,
dos palabras que suelen apoyarse
en los hombros heridos del viajero.

De todo se hace cargo, de nada se convence.
Sus huellas tienen hoy la quemadura
de los sueños vacíos.

No quiere renunciar. Para seguir camino
acepta que la vida se refugie
en una habitación que no es la suya.
La luz se queda siempre detrás de una ventana.
Al otro lado de la puerta
suele escuchar los pasos de la noche.

Sabe que le resulta necesario
aprender a vivir en otra edad,
en otro amor,
en otro tiempo.

Tiempo de habitaciones separadas.

Luis García Montero, Habitaciones separadas, Madrid, Visor, 1995 (3ª edición)


En España (vayamos a saber por qué...) tradujeron esta película por Olvídate de mí, pero, en realidad, su título original es Eternal sunshine of the spotless mind (o sea: Eterno resplandor de una mente sin recuerdos), que es un verso de Alexander Poper...

Tras la nota kultureta, la recomendación. Para aquellos que no la hayan visto...