miércoles, 15 de septiembre de 2010


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Llevo ya una copa de más,
aquí en La Sed Mortal, cuando llega Dodó.
Y yo no me muevo de aquí,
y aun así habré de llegar a la conclusión de que no hay
un ser más culpable que yo,
ni lo habrá, sobre la tierra.
Y empiezo a pedir así:
Por las cosas que siento y por aquellas que odio sentir,
por mi mala cabeza
porque mi calavera...: ella no dejará de reír,
por las lunas nuevas,
por las cosas revueltas que dan vueltas dentro de mí,
por seis años de penas
y por cosas que ni tan siquiera me atrevo a decir.
Perdón por mis pies siempre fríos,
por la noche pasada, y por la otra, y por aquella también.
Perdón por el Gran Sinsentido,
por querer comprenderlo y, sobre todo, por no comprender ...
Perdón.
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Y Dodó me observa,
y yo le oigo rezar así: "Perdón por existir."

Y amablemente invito a una copa a Dodó,
y él me cuenta que incluso los perros se ponen tristes después de eyacular.
Y acabamos agarrados en La Sed Mortal,
y yo puedo jurar que no hay
un ser más culpable que yo,
ni lo habrá, sobre la tierra.
Y por dos mil años de cristiandad;
por tener la osadía de alimentarme y de respirar;
por los superdotados,
por el hombre tripudo y por la liberación sexual,
por el circo italiano,
por el viejo que agita una servilleta al hablar
y me jura y me perjura que en ella
ha resuelto el misterio de la Santísima Trinidad.
Perdón por la gente moderna,
porque corro el peligro de mirarla y perder la razón.
¡Perdón, por el amor de Dios!,
por la gran decadencia de una vida pidiendo perdón.
Perdón, perdón por los cuatro elementos,
por la tierra y el agua y el fuego y la polución.
Perdón, perdón por todos mis lamentos,
por Dodó y, en fin, hoy pido por esta canción.
Perdón.

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Y os miro a los labios,
y a todos oigo pedir perdón por existir.

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