Se me ha ocurrido «etiquetar» grandes comienzos (iba a poner «de novelas», pero cuando iba a escribirlo he pensado que sería bueno extenderlo a cualquier otro tipo de «comienzo»: nacimientos, amores, reconstrucciones...). ¿Por qué de no de poemas, incluso de días?: «Iba yo esta mañana en el cercanías cuando de repente suena el teléfono. Una voz, su voz, me dice suavito: gírate...». [Y aquí pueden ustedes imaginar de qué manera se comienza de otra forma este día no previsto...]
.....Mis amigos ya estarán pensando que todo este exordio es sólo para repetir, otra vez, el inicio de Cien años de soledad, pero no. Eso será otro día. Hoy quería empezar con un inicio (¿tautología?, ¿énfasis?...) que es, en sí mismo, una historia personal, social e histórica y por la que yo hubiera dado un dedo (digo, por escribirlo...). Díganme si no lo merece:
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«Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia». (La vorágine, José Eustasio Rivera)
Excelente comienzo, viril y pendenciero. Hombres así quedamos pocos.
ResponderEliminarMe sorprende, Alicia, que siendo una mujer generosa, como se deduce de tu blog, sólo nos hayas otorgado un buen inicio. Espero que este post sea exactamente eso, un buen inicio, y vengan más.
¿De dónde has deducido que es narrador y no narradora, Pustulio?...
ResponderEliminarSobre el segundo comentario, te contesto en el blog.
¿De dónde has deducido que deduje que es narrador y no narradora, Alicia? Mujeres viriles, las hay, y mujeres pendencieras, bueno, la minoría son las otras. Y reitero: hombres así quedamos pocos.
ResponderEliminarLo deduzco del hecho de que tanto el sustantivo "hombres" como el adverbio "así" remiten, anafóricamente, al género y actitud de "viril" y "pendenciero"...Y es eso, precisamente, lo que le otorga cohesión. Es evidente que con el verbo en primera persona del plural te incluyes en ese grupo: masculino, viril y pendenciero. Pero, vamos, admito que estoy condicionada por el comentario de textos de bachillerato. Y tú por la dialéctica, creo.
ResponderEliminarAlicia, primero, juguetona y provocadoramente me reprochas haber deducido que el narrador de La vorágine es hombre, y después reculas y te eriges en defensora de la literalidad más radical. Veamos ambos criterios:
ResponderEliminara) El escolar: No necesité deducir que el narrador de La vorágine es hombre porque leí la novela y sé que lo es. Pero pongamos que no conozco la novela; convendrás conmigo, siempre en un análisis escolar, que todo parece indicar que se trata de un narrador hombre, más aún si tomamos en cuenta que hablamos de una novela hispanoamericana de principios del siglo XX, en donde el lesbianismo no es precisamente uno de los temas más socorridos.
b) El "transgresor": Aunque, en efecto, mi comentario sugiere que el narrador sería un hombre, no hay ningún elemento gramatical que permita afirmarlo rotundamente. De hecho, podríamos darle una vuelta de tuerca y completarlo así: "Excelente comienzo, viril y pendenciero. Hombres así quedamos pocos; mujeres, en cambio, abundan". Tampoco creo que los adjetivos "viril" y "pendenciero" se limiten a los hombres; pienso, para el primero y para no salirnos del periodo, en Doña Bárbara, y en el segundo en Teresa de la Parra.
Resumiendo: Escolarmente, ambos textos remiten a un narrador hombre. Transgresoramente, en ninguno se puede afirmar esto con una certeza gramatical absoluta.
Espero que al corregir los comentarios de tus alumnos de bachillerato unifiques criterios, pues de lo contrario estarías formando perfectos críticos literarios de los que hoy abundan.
Tampoco entiendo tu comentario sobre mi condicionamiento dialéctico. ¿Ironía, elogio, crítica? Ante la duda, siempre prefiero asumir que las personas son bien intencionados, y por eso lo interpreto a la luz de la RAE: "Dialéctica: 1. f. Arte de dialogar, argumentar y discutir. 2. f. Método de razonamiento desarrollado a partir de principios. 3. f. Capacidad de afrontar una oposición.
Y, para concluir, reitero: Hombres (y mujeres) así quedamos pocos.