miércoles, 6 de mayo de 2015

Se tarda en saber su historia. Pero cuando se va desgranando en las últimas páginas de la novela como una pena larvada durante el tiempo del miedo, una se da cuenta de que está en el lado de los decentes, que por mucho que nos duela, hemos elegido el lado bueno. Juan el Nuestro, como don Juan y tantos Juanes nos sostienen la dignidad (literalmente, porque lo que es nosotros, con los datos de las encuestas de los resultados de las votaciones en las próximas elecciones... la dignidad la dejamos ni se me ocurre dónde)
 
Juan era un hombre querido, su vida era mucho más que una vida: era el sustento de la esperanza, la prueba de que el maligno no era todopoderoso, de que era posible huir de él, burlarlo, desvanecerse de su alcance. [...]

 No era una leyenda: era real, él era la esperanza, y estaba vivo. [...]

 Después de tantos años de silencio, de miedo, de saña oficial, aquel clamor era algo totalmente inesperado para las autoridades, y aquellas gargantas, que se desgañitaban gritando 'viva'..., reivindicaban, con fuerza, precisamente eso, la vida, la vida contra tanta muerte, la vida de las gentes de esta tierra, contra la sangre derramada, contra el odio y el miedo: la vida. [...]

 La policía intervino una y otra vez, pero la muchedumbre era incontenible, gritaba y aplaudía, y permanecía en el exterior esperando para volver a ver el rostro de su esperanza.
 
Selena Millares, El faro y la noche, Madrid, Barataria, 2014
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario