«Ya dejaba Telémaco
el barco detrás de Atenea
Y, rompiendo el
silencio, le dijo la diosa ojizarca:
“Desde ahora,
Telemaco, en nada conviene te muestres
vergonzoso: has
cruzado la mar por saber de tu padree inquirir en qué tierras se halla, cuál fue su destino.
Marcha, pues, decidido al encuentro de Néstor, el rey
domador de caballos; veremos qué traza o consejo
guarda él en su alma, mas ínstale a hablar sin rebozo,
que no habrá de mentirte, pues es sobremodo sensato.”
El discreto
Telémaco entonces le dijo en respuesta:
“¿Cómo habré de abordarle, Mentor? ¿Cuál será mi saludo?
Pues no sé de ingeniosas razones y siempre a los mozos
da vergüenza el venir con preguntar a un hombre provecto.”
A su vez contestole
la diosa ojizarca Atenea:
“Por ti mismo,
Telémaco, en parte hallarás las palabras
y algún dios,
además, te vendrá a dar ayuda; no creoque nacieras ni que hayas medrado malquisto del cielo.”»
Homero, Odisea (traducción de José Manuel
Pabón), Madrid, Gredos, 1998 (3ª reimpresión)
No hay comentarios:
Publicar un comentario