jueves, 17 de octubre de 2013


«Ya dejaba Telémaco el barco detrás de Atenea
Y, rompiendo el silencio, le dijo la diosa ojizarca:

“Desde ahora, Telemaco, en nada conviene te muestres
vergonzoso: has cruzado la mar por saber de tu padre
e inquirir en qué tierras se halla, cuál fue su destino.
Marcha, pues, decidido al encuentro de Néstor, el rey
domador de caballos; veremos qué traza o consejo
guarda él en su alma, mas ínstale a hablar sin rebozo,
que no habrá de mentirte, pues es sobremodo sensato.”

El discreto Telémaco entonces le dijo en respuesta:

“¿Cómo habré de abordarle, Mentor? ¿Cuál será mi saludo?
Pues no sé de ingeniosas razones y siempre a los mozos
da vergüenza el venir con preguntar a un hombre provecto.”

A su vez contestole la diosa ojizarca Atenea:

“Por ti mismo, Telémaco, en parte hallarás las palabras
y algún dios, además, te vendrá a dar ayuda; no creo
que nacieras ni que hayas medrado malquisto del cielo.”»

Homero, Odisea (traducción de José Manuel Pabón), Madrid, Gredos, 1998 (3ª reimpresión)

 

 

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