jueves, 21 de junio de 2012

En todos los trabajos se fuma(ba)

Escuché o leí hace poco una anécdota atribuida a El Lute que vaya a saber uno si es cierta o no, pero que desde entonces he utilizado en varias ocasiones.

Y es que dicen que una de esas veces en que detuvieron a Eleuterio Sánchez, El Lute, dos miembros de la Guardia Civil le sometieron en el cuartelillo a un intenso interrogatorio en el que los golpes subían y bajaban e iban de derecha a izquierda y viceversa... En un momento dado, El Lute sintió que su resistencia estaba a punto de quebrar y entonces se dirigió a uno de ellos y le dijo:

—Mi sargento, que en todos los trabajos se fuma...

Llegada a este punto recordaré que, en este país, esto fue cierto hasta hace nada y menos (todavía recuerdo que yo iba fumando a veces por el pasillo del hospital... Hay que tener... poca vergüenza, sí). Y, ante aquella verdad incontestable, los beneméritos dejaron de zurrarle y se fueron a echar su piti.

Pues bien, yo hace años que no fumo, pero siento que necesito un descanso... Y es por eso que hoy les traido un poema (que no, que no tiene que ver con el monotema)

En otro tiempo hubo un río aquí,
donde ahora hay bancos y losetas.
Hay más de una docena de ríos bajo la ciudad,
si hacemos caso a los más viejos.
Ahora es sólo una plaza en un barrio obrero.
Y tres chopos son la única señal
de que el río sigue ahí abajo.

En cada uno de nosotros hay un río oculto
a punto de desbordarse.
Si no son los miedos, es el arrepentimiento.
Si no son las dudas, la impotencia.

Un viento del Oeste azota los chopos.
La gente avanza a duras penas.
Desde el cuarto piso una mujer mayor
está tirando ropa por la ventana:
tira una camisa negra y una falda de cuadros
y un pañuelo de seda amarillo y unas medias
y aquellos zapatos que llevaba
el día de invierno que llegó del pueblo.
Unos zapatos de charol, blancos y negros.
En la nieve, sus pies parecían avefrías congeladas.

Los niños echan a correr tras la ropa,.
Al final, ha sacado su vestido de boda,
se ha posado sobre un chopo, torpemente,
como si fuera un pájaro grande.

Se oye un gran ruido. Se asustan los transeúntes.
El viento ha arrancado de cuajo uno de los chopos.
Las raíces del árbol parecen la mano de una mujer mayor,
que espera que cuanto antes otra mano la acaricie.

Kirmen Uribe, «El río» Mientras tanto dame la mano (traducido del esuskera por Kirmen Uribe, Gerardo Markuleta y Ana Arregi) Madrid, Visor, 2004


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