jueves, 1 de marzo de 2012

Debe de hacer más de veinte años que compré Final de cuentas (mi edición es de 1984, es la primera en Edhasa y lo compre de nuevo). Había leído La mujer rota y me había gustado, así que compré éste. Pero no lo había leído. Sin embargo, esta mañana (¡vaya una a saber porqué!) me he levantado con la necesidad de leer a Simone de Beauvoir... No tiene para mí explicación porque, como digo, salvo La mujer rota, no he leído nada de ella ni es una persona que me atraiga especialmente. Sin embargo, el deseo de leer algo de ella era tan imperioso que he cogido la escalera (en el escobero, para acceder a algo hay que mover trescientas cosas antes. Virtudes del minimalismo...). Y me he enganchado... Menos mal que jamás me dio por ninguna -ína...


«Aun en los días más sombríos mi optimismo me animaba a confiar en el porvenir. Creía en mi buena estrella y en que sólo me sucederían cosas buenas».
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«Nunca fui pasiva; le exigía a la vida».
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«Para el hijo de un obrero, es duro convertirse a su vez en un obrero, es decir, en alguien condenado a no poder hacer otra cosa que reproducir su vida».
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Simone de Beauvoir, Final de cuentas (traducción de Ida Vitale), Edhasa, 1984

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