Eres la realidad, la rebeldía
contra las sombras. Eres el portento,
oh monte azul para mis ojos; viento
que pasas lento por el alba fría;
blanda luz de la tarde o melodía
que enciendes en el aire ceniciento
tu rosa clara, tu fragante aliento
de rosa o de clavel que se esparcía.
Quién pudiera aspirar vuestro conjuro
y renacer olor de la mañana,
frescor de la mañana, tras lo oscuro.
Oh luz hermosa, luz siempre lozana.
¡Quien pudiera volver a nacer puro
y crecer puro entre la vida humana!
Carlos Bousoño, «El conjuro» (lo copio de la revista Poesía española, número 70, mayo de 1958)
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