Durante el viaje al mar he leído un librito breve y delicioso (no volveré a cargar mi espalda con lecturas imposibles -tochos, dirían ellos-, lo juro), publicado hace ya tiempo: Elogio de la transmisión, que reproduce las entrevistas radiofónicas (y conversaciones privadas) que mantuvo Cécile Ladjali con su maestro, George Steiner, a raíz de que ella -profesora en un instituto de secundaria en un barrio "deprimido" de París- propusiera a sus alumnos crear un libro con textos poéticos y dramáticos. En él, hay reflexiones que me han parecido necesarias e interesantísimas (la situación en Francia no es muy diferente de la de España en materia de educación). Asuntos que a veces pasamos por alto o se nos olvidan. Por ejemplo:
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"En el momento en que un alumno entra en contacto con la literatura, comienza a moverse en un terreno que le resulta desconocido". A veces se nos olvida mirarlos -a ellos, a los alumnos-. Tanto que reivindicamos la necesidad de ver al otro -en las relaciones de pareja, por ejemplo-, y no valoramos el temor que siempre produce un ámbito desconocido al que tememos porque nos parece inaccesible. Y eso puede echar para atrás limpias voluntades y abierta curiosidad, creo. Acompañarlos, eso es, en un hermoso camino...
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En otro momento, Cécile dice: "Aunque me cueste aceptarlo, soy de las que se dejan llevar por la insidiosa tentación de superar todo lo desagradable a fuerza de poesía". Debe de ser un mal de "los de lengua"... Claro, en ocasiones nos rompemos los dientes, pero...
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Steiner le escribe en una carta a su discípula: "Tanto su carta como los escritos de sus alumnos me han emocionado profundamente. No es en la universidad donde se libran las más decisivas batallas contra la barbarie y el vacío, sino en la enseñanza secundaria, y en barriadas deprimidas como la de Seine-Saint-Denis". Y creo que esto es cierto. Por muchas razones. Una de ellas, que no todos llegan a la universidad. Y otra, que nunca van a tener la capacidad de generosidad que muestran ahora. A todos nos ha pasado: nos gusta ganar algo de dinero para poder salir sin sangrar continuamente a los padres, para "fardar" de otra forma. Y ahí ya nos acogotan del todo. Estamos vendidos. Sólo si no le plantamos cara a ese sistema con los instrumentos de los que disponemos, así que mientras tanto...
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El editor del libro que surgió de este trabajo de Cécile Ladjali dice: "[...] toda pedagogía digna de tal nombre constituye un ejercicio de ingenio, una disciplina del corazón, precisamente en un momento en que el ingenio y el corazón se hallan en un estado de extrama vulnerabilidad. ¿En qué consiste dicha vulnerabilidad? En una disposición para la esperanza [...], pero también para la decepción cuando no para la amargura, ante la indiferencia del alumno, o ante una sociedad que no consentirá el libre desarrollo de las potencialidades que éste Encierra".
Defensa de la educación de Madrid
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