lunes, 27 de septiembre de 2010

En 1992, Miguel y yo acompañamos a los mineros de la "Marcha negra" desde Moncloa (impresionante verlos llegar al arco del triunfo) hasta el Ministerio de Industria en el paseo de la Castellana. Recuerdo que Nicolás Redondo, entonces secretario general de UGT, les pedía que tiraran los barrenos más lejos (tenía miedo, según propia confesión, de que les explotaran entre las piernas...). Miguel hizo unas fotos impresionantes, dolorosamente geniales, en blanco y negro, y las positivó en  un formato grande (ambas cosas como correspondían, claro). Noto una diferencia importante respecto a la que ahora han emprendido: entonces la fuerza y la esperanza se olían de lejos. Tal vez me equivoque (ojalá me equivoque), pero ahora siento que los mineros agotan su último barreno en una lucha que saben perdida de antemano. Por eso su lucha es aún más importante y necesaria, porque, al menos, nos ponen delante lo que está pasando: el desmantelamiento sin alternativa de una industria  que empobrece a varias regiones y que los políticos -y todos, pero ellos eran los responsables de ofrecer y solicitar otro tipo de inversiones a esa cacareada Europa- no han sabido negociar. La extracción del carbón es altamente contaminante, lo sabemos (que se lo digan a ellos, a los mineros. Los coches, los vertidos nucleares y los plásticos no, ya deberíamos saberlo), también es costosa (claro, los seguros sociales es lo que tienen: mejor dejar que los países "en vías de desarrollo" maten a los suyos. Sale más barato, aunque contamine igual). Todo estaría bien, salvo por un detalle: distintos gobiernos que sabían lo que se avecinaba no han sabido gestionarlo, siguen creando pueblos fantasmas como los que se ven en Euskadi, no han sabido crear posibilidades que serían vida para esos miles de mineros que en otro tiempo producían y movían tanta riqueza, véanse, sino, las poblaciones que surgieron alrededor de las cuencas...
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El poeta David González que, como yo, es asturiano, ha publicado estos días es el feisbuq un poema y dos estrofas de otro. "Sopa de letras" dice:
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A mi madre, cada año, por Reyes,
los Magos de Oriente le traían, aún le traen,
carbón. Ella, mi madre, lejos de disgustarse,
...se lo echaba a la cocina de leña, y ella,
la cocina, en aquellos años de necesidad,
calentaba nuestra sopa de letras,
y nos abrigaba con su calor.


Y, ahora, las dos estrofas de "Carbón":
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 a fecha de hoy,
en los portales de los edificios
ya no se deja espacio suficiente
para poner las carboneras,
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en las casas
ya casi no quedan cocinas de carbón,
y ya no hay niños
que corran
detrás de las vagonetas...
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Y pongo este cantar porque prestába-y muito a mi padre.
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