Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.
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Miguel Hernández (la estrofa pertenece a la primera parte de «El hambre», en El hombre acecha (1937-1939)
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