viernes, 12 de junio de 2009

..........Asistí
..........desde muy temprana edad
y........desde un lugar de privilegio
..........a la puesta en práctica
..........del siempre popular
..........arte del insulto o espelleye.
.
..........Algunas de las mujeres de mi calle,
..........tenían la saludable costumbre
..........de arreglar sus diferencias
..........asomándose a las ventanas,
..........balcones y corredores de sus casas
y........luego, a cara perru, con descaro,
..........ponerse a ventilar, por ejemplo,
..........las sábanas conyugales de sus vecinas
o........a sacudirles encima
..........las piedras
..........por las que, se decía,
..........se las habían pasado
o........todavía se las pasaban,
y........no sus maridos precisamente.
.
..........Más adelante, hube de vérmelas
..........con el vocabulario
..........de una cantidad considerable
..........de hijos de la gran puta
..........de toda clase y condición.
.
..........Con esto, sólo quiero darte a entender
..........que, si la ocasión así lo requiere,
..........no soy de los que se lavan la boca con jabón:
.
.............soy de los que escupen
.
..........soy de los que escupen las palabras más dañinas
..........si de lo que se trata,
..........si de lo que estamos hablando,
..........es de causarle a alguien, a quien sea,
..........el mayor daño emocional posible.
.
..........Pero es ahora, a los cuarenta y cuatro años,
..........cuando por fin acierto a entenderlo:
..........el insulto, el peor insulto,
..........es decirle a otra pesona,
y........decírselo mirándola a los ojos,
.
..........te quiero,
.
..........cuando sabes fijo, positivamente fijo,
..........que no se lo estás diciendo
..........de corazón.
.
David González, «El peor insulto», en Loser

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