Correr por el Retiro bajo la amenaza (o la promesa) de lluvia. El cielo, degradado en azules metálicos, enmarcado por árboles oscuros; viento, viento y camino para correr... Olor de lluvia, de las rosas que empiezan a cuajar la Rosaleda y de las lilas. De repente, plaf, una gota, y otra, y otra... Cierras los ojos y agradeces el cansancio.
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«Lo cierto es que, retrospectivamente, uno tiende también a creer que la existencia está regida por una suerte de providencia que te dirige siempre a ese lugar que sin saberlo era el tuyo».
Santiago Alba Rico
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