Loco
«¿Ah, no me
siguen? ¿Pues saben lo que les digo? Que ahí se quedan, y que se las apañen
solos. Estableceré los hechos tal y como me los han expuesto. ¿Y saben qué
saldrá? Perdonen la expresión algo subida de tono, pero saldrá un auténtico
burdel. Primero dicen una cosa, luego se retractan… Dan una versión, y media
hora después, otra complemente distinta… ni siquiera se ponen de acuerdo. Aquí
hay un agente que llega a decir que el anarquista ya intentó tirarse por la
ventana por primera vez ese mismo día, a última hora de la tarde, delante de
ustedes… y ni siquiera me han mencionado ese detalle. Hacen declaraciones a la
prensa, y, si no me equivoco, incluso al telediario, de este calibre: “Naturalmente,
no existen actas de los interrogatorios que se le practicaron al anarquista, no
nos dio tiempo”… y poco después, milagro, salen a relucir no un acta, sino dos
o tres… ¡firmadas por él, de su puño y letra, ¡cuando estaba vivo! Si un
sospechoso cayera en contradicción sólo la mitad que ustedes, como poco ya se lo
habrían cargado. ¿Saben que piensa la gente de ustedes? Que son unos
embaucadores, unos farsantes… quién les va a creer a estas alturas, como no sea
el juez archivador, por supuesto. ¿Y saben la razón principal porque no les
cree la gente? Porque su versión de los hechos, además de estrafalaria, carece
de calor humano. Nadie olvida la respuesta grosera e insolente que usted mismo,
comisario, dio a la pobre viuda del anarquista, cuando le preguntó por qué no
la habían avisado de la muerte de su marido. Ni un instante de emoción, nunca…
ninguno de ustedes se dejó llevar… o rio, lloró… ¡cantó! La gente sabría
perdonarles todas las contradicciones en que han ido cayendo, una tras otra… si
detrás de tantas torpezas, lograse vislumbrar un corazón, dos “hombres humanos”
que se dejan llevar por la emoción y, aun siendo policías, cantan con el
anarquista su canción, con tal de complacerle… “A las barricadas”… quién no se
echaría a llorar, quién no gritaría sus nombres con fervor al escuchar la
historia… Se l ruego, por su propio bien, y para que la investigación se vuelva
a su favor… ¡Canten!
(Empieza a cantar en voz baja mirando a los policías
que, violentos, empiezan uno tras otro a cantar con él)“¡En pie pueblo obrero, a la batalla!
¡Hay que derrocar a la reacción”
¡Vamos, más voz!
(Los agarra de los hombros para animarles)
“¡A las barricadas, a las barricadas…” Voz, ¡hostias!
“Por el triunfo de la Confederación!”»
(Lentamente, sobre el Coro a plena voz, oscuro)
Dario Fo, Muerte accidental de un anarquista
(versión de Carla Matteini), Guipúzcoa, 1997
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