lunes, 20 de abril de 2015

De libreros

Como esta semana se celebra el Día del Libro (¿qué sentido tendrán las mayúsculas?) y de todas partes surgirán alegatos, apologías, elogios -sí, incluyo aquí a nuestro flamante premio Cervantes, Juan Goytisolo- y cuantos sinónimos se nos ocurran de lo que, a la pata la llana, denominaríamos en mi casa hacer que hacemos, voy a aportar mi grano de arena antes de ser engullida por esa mentira disfrazada de cultura.
        
Voy a hacer una loa al librero... Librero no es el que vende libros, al igual que médico no es quien extiende recetas ni profesor quien imparte clase. Hoy, estoy entusiasmada con este libro
 
 
              
que, ayer, me recomendó señorMolina. Él sabe qué libro merece la pena pero no sólo eso... sino para quién la merece. Los libreros (y libreras) -repito: no quienes venden libros- reconocen según ¿qué elementos? los libros capaces de salvarse de la indefinición consumista y llamar la atención a quien lo merece.
 
Claro, me dirán que hay elementos fácilmente identificables (editorial, autoría, temática...). Y estoy de acuerdo... en parte. Porque hay buenas editoriales que deben mantener su selecto catálogo con los beneficios que les reporta publicar novedades que ni de lejos están a la altura. Hay autores que echan borrones de espanto y temas que, según su tratamiento, nos captan o nos expulsan para siempre. Es decir, que esos datos objetivos no siempre sirven. ¿Cuáles son, entonces, esos valores que no se escapan al ojo de un librero (no adjetivo, no digo "buen" librero porque, cuando lo es, no hay matices)? No lo sé. Sí, lo he preguntado, pero me dan los términos que antes expuse. Datos objetivos que no alcanzan a la magia que, siempre, va unida a las casualidades o ese puzzle que se va construyendo con piezas que encontramos en el camino que escribimos con temerosas certezas...
 
De verdad que no quiero pecar de idealista. Tal vez se trate, sólo y nada menos, que de reivindicar un oficio. O el oficio. No el trabajo que etimológicamente surge de la tortura, no, el oficio, el amor por una labor bien hecha, con voluntad de cuidado trátese de un barrendero, un auxiliar de clínica, una costurera, una taxista (todavía recuerdo a aquella que se saltó los semáforos para ganar tiempo al tiempo de su enfermedad...), un profesor, un ebanista o una ingeniera de caminos, puertos y canales (nunca sé si es así el orden) -¿fue necesario aquel pantano que anegó un pueblo?-, un ministro de finanzas o una periodista...
 
Un librero. No un papelero ni alguien que vende libros.
 
Oficios. Cuidado. Valores (no sus valores: valores)



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