viernes, 13 de febrero de 2015

En un capítulo titulado Los disfraces de la libertad, escribe Clara Janés lo siguiente respecto a la figura de nuestra querida Marcela, la pastora de don Quijote:
 
Marcela, pues, se mantiene incólume, defendiendo una libertad que es coraza de quien se desentiende de cuanto no ataña a su íntima inclinación, es la negación del diálogo, puro narcisismo. Por ello, Rosa Chacel, en La mujer en galeras, hace al respecto la siguiente lúcida reflexión: "esquiva, inalcanzable, permanece y su alegato no convence a nadie. Ella queda en su símbolo absoluto: Libertad o Belleza, los hombres seguirán matándose por ella. ¿Dónde está el mal?... Hay que reconocer que probablemente está en la libertad. No hay por qué asustarse: si el mal está en algún sitio, solo en la libertad puede estar". Sin duda Cervantes, encubiertamente, "embozado", ocultándose en disquisiciones sobre Amadís, Roldán o Dulcinea, en las estudiadas risas que provocará el habla de los cabreros auténticos en contraposición a las finuras de los falsos pastores, y con todo su variopinto aparato literario, quería decir algo de eso, quería, ante una situación social sumida en un deslumbrante fingimiento, pero que comportaba en su entraña gran dureza y rigidez, alertar ante el empleo "disfrazado" de la palabra libertad.
 
Clara Janés, Guardar la casa y cerrar la boca, Madrid, Siruela, 2015
 
Deliciosa intervención de la autora aquí.

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