miércoles, 5 de noviembre de 2014

Mujeres bellas

P. tiene ochenta y siete años. Llevaba sesenta de un feliz matrimonio cuando, tras una cena, su marido se sintió indispuesto, la tripa se le descompuso y P. le llevó a la ducha para limpiarlo. Fue entonces cuando le dio el infarto y P. estuvo una hora con él en los brazos, acunándolo, hasta que llegó la ambulancia.
 
La cuna de la vida a la muerte... Los brazos de una mujer.
 
Y mi pregunta: ¿Cómo sigue una después de algo así?
 
Y la vergüenza por mis quejas deslavazadas.
 
Y P., que huye de todo este sentimentalismo de zapatilla y dice: A veces, me echo una piedra de hielo en  la manzanilla y me imagino que es un gintónic...
 
Tal vez así se siga...

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