martes, 4 de noviembre de 2014

Gracias a Dios, la perfección no existe.

En cercanías, me encuentro muchos días con una profe de otro instituto a la que siempre he considerado perfecta: seria, ordenada, sosegada... Hoy la he visto a la salida, por la calle. Ella iba comiendo algo (que he pensado que eran frutos secos, por aquello de la energía y de que son necesarios para el cerebro y blablablá...). Hemos coincidido en un semáforo y ¡oh, sorpresa!, me percato de que lleva la mochila abierta. Le doy, suavemente, un toque en el antebrazo y le digo: "Perdona, llevas la mochila abierta"...
 
La vida...

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