sábado, 2 de agosto de 2014


Comida de las Académicas del gintónic.
En lo de Cristian...
Fotografía Julia Valbuena.


Sin vergüienza alguna, cocino para los demás,
doy de comer a amantes, hijos, amigos.
Me declaro culpable de este destino o quehacer diario,
de esta sabiduría que chorrea por los suculentos poros
de un cerdo asado,
que reside en el sabor que deja un guiso al curry,
que se levanta en la masa semanal del pan caliente.
Doy comida como sustento, controlo bien mi territorio,
templando el mal genio sirvo consejos
para retar a corazones y mentes.
En las mañanas frías me siento con mis libros de cocina,
The Joy of Cooking ya tuvo
entre mis manos cinco vidas.
Hay fotografías gourmets a todo color
entreveo sobras impetuosas de una olla o sartén,
mis energías acometen
aunque nadie espere ni desee ser servido.
Soy esa mujer que atiborra las bocas,
esa amontonoplatos que aprendió tarde
a dejar a los comensales servirse ellos mismos,
a repetir o no según les apetezca.
Mis comidas no son para la mente,
sino para el glotón de cinturón desabrochado,
todos los planes dietéticos en veremos.
Soy la escritora, la maestra, la activista política
que sueña con los más altos elogios para su pay de manzana,
con una reseña en la times Book Review
para sus enchiladas de pollo al horno.
Es cierto, en mi niñez pasó algo.
No, no puedo recordar qué fue.
 
Margaret Randall, «Es cierto, en mi niñez pasó algo», Esto sucede cuando el corazón de una mujer se rompe (poemas 1985-1995), Madrid, Hiperión, 1999

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