Don Benito Pérez Galdós (10 de mayo de 1843 - 4 de enero de 1920)
«―No hay pobreza en la honradez, no hay honra como la del
trabajo ―afirmó Juan Bou incorporándose y dejando ver el esplendor lumínico de
su ojo rotatorio, que parecía una rueda de fuegos artificiales―. ¡Pobre! ¿Qué
quiere decir esto? Es una necedad, una… elucubración contraria a los grandes
principios. ¿Tienes satisfechas tus necesidades? Sí. ¿Tienes hambre? No. ¿Estás
vestido? Sí. Pues eres tan tico como el duque A o el conde B, o quizá
más.
[…]
―Todo lo demás es superfluidad y lujo, es explotar al
obrero, chupar su sangre, alimentarse de su sudor bendito, comerse los
refinados manjares amasados con las lágrimas del pobre. Ved esos que andan por
ahí, toda esa chusma de señores y holgazanes. ¿De qué viven? De nuestro
trabajo. Ellos no labran la tierra, ellos no cogen una herramienta, ellos no
hacen nada más que pasear, comer bien, ir al teatro y leer libros llenos de
boberías… Comparémonos ahora. Nosotros somos las abejas, ellos los zánganos;
nosotros hacemos la miel, vienen ellos y se la comen. Nos dejan las sobras, nos
echan un pedazo de pan, por lástima, como a los perros… Pero todo se andará,
tunantes, todo se andará; vendrá la cosa y haremos cuentas, sí, la gran cuenta,
el Juicio Final de la humanidad. ¡Oh, pillos, también nosotros tenemos nuestro
valle de Josafat! Allí se os aguarda. Allí estaremos. Con un pedazo de lápiz,
tamaño así, y un papel de cigarro, basta para hacer el gran balance. Es la
liquidación, porque es la última… y palante. »
Benito Pérez Galdós, La desheredada (edición de José Antonio
Fortes. Texto fijado por Susana Pedraza), Madrid, Akal, 2007
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