¡Ay muerte!, ¡muerta seas, muerta e malandante!
Mataste a mi
vieja, ¡matastes a mi ante!
Enemiga del mundo, que non as
semejante,
de tu memoria amarga non es que non se espante.
Non catas señorío, deudo nin amistad,
con todo el mundo
tienes cotidiana enemistad;
non hay en ti mesura, amor nin
pïedad,
sinon dolor, tristeza, pena e gran crüeldad.
Enemiga del bien e del mal amador,
natura as de gota,
del mal e de dolor;
al lugar do más sigues, aquel va muy
peor,
do tú tarde requieres, aquél está mejor.
Tú yermas los poblados, pueblas los cementerios,
rehaces los fosarios, destruyes los imperios;
por tu miedo, los
santos hicieron los salterios:
sinon Dios, todos temen tus penas
e tus lacerios.
¡Ay! Mi Trotaconventos, mi leal verdadera,
muchos te
seguían viva, muerta yaces señera;
¿a dó te me han llevado? Non
se cosa certera:
nunca torna con nuevas quien anda esta
carrera.
Juan Ruiz: Libro de Buen Amor
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