lunes, 2 de diciembre de 2013

Sí, creo en los ángeles (VII)

Las personas que llevan un tiempo siguiendo este blog (que las hay: gracias por ello), saben que, de cuando en cuando, a mí me da por decir que creo en los ángeles (lo cual es rigurosamente cierto, si bien no a la manera ortodoxa...)
            
Y hoy, ahora, desde hace unos días, tengo la necesidad de angelizarme...
            
angelizarse: verbo pronominal que expresa la incontrolable e incontrolada necesidad de leer a Ángel González.
 
Imperativo: ¡angelízate!
 
La situación, esta vida que hemos creado, esta sociedad que hemos construido, esta complacencia, los turrones en el híper, los centros que habilitan espacios para regalos, papeles, cintas, las luces, cada vez más, me recuerda:
 
Todos ustedes parecen felices...
 
... y sonríen, a veces, cuando hablan.
Y se dicen, incluso,
palabras
de amor. Pero
se aman
de dos en dos
para
odiar de mil
en mil. Y guardan
toneladas de asco
por cada
milímetro de dicha.
Y parecen -nada
más que parecen- felices,
y hablan
con el fin de ocultar esa amargura
inevitable, y cuántas
veces no lo consiguen, como
no puedo yo ocultarla
por más tiempo: esta
desesperante, estéril, larga,
ciega desolación
que -hacia donde no sé-, lenta, me arrastra.
 
El poema pertenece a su primer libro, Áspero mundo, publicado en 1956.
 
 


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