jueves, 21 de noviembre de 2013

Tres poemas de Antonio Gamoneda... (bueno, cuatro)

MADRE: quiero olvidar
esta creencia sin descanso. Nadie
ha visto un corazón habitado:
¿por qué este pensamiento irreparable,
esta creencia sin descanso?

Estar desesperado,
estar químicamente desesperado,
no es un destino ni una verdad.
Es horrible y sencillo
y más que la muerte. Madre:
dame tus manos, lava,
mi corazón, haz algo.



YA

no hay más pasión que la indiferencia. Sé

que el destino se opone a la eternidad. No haya pues

destino ni eternidad.

                                 Sin embargo,

alguien gime en la habitación. Aún

la desaparición no es perfecta.


No

cesa la ebriedad, no viene

la lucidez, sin esperanza.




PUSE mis manos en un rostro y las retiré heridas por el amor.
Ahora,

el olvido acaricia mis manos.



Hace tiempo que estoy entristecido
porque mis palabras no entran en tu corazón.
Muchos días estoy entristecido
porque tu silencio entra en mi corazón.

Hay veces que estoy triste a tu lado
porque tú sólo me amas con amor.
Muchos días estoy triste a tu lado
porque tú no me amas con amistad.

Todos los hombres aman mucho la libertad.
¿Sabes tú lo que es vivir ante una puerta cerrada?
Yo amo la libertad y te amo a ti.
¿Sabes tú lo que es vivir ante un rostro cerrado?

Estos poemas pertenecen a poemarios de diferentes épocas que Antonio Gamoneda reunió en Esta luz (poesía reunida, 1947-2004), con epílogo de Miguel Casado, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2004.
 
Este libro me lo compré en la librería Rafael Alberti, un sábado en que fui a contar cuentos. Lo empecé a leer en la Plaza de España, al lado de la fuente, masticando la pena en forma de hamburguesa... Reconozco que Antonio Gamoneda ejerce en mí un extraño influjo. Sus poemas son pesimistas (en general), marcados siempre (casi) por cierta forma de dolor y melancolía... Sin embargo, a mí me sosiega, me transmite la certeza de que es posible la vida a pesar de.

Y así estamos.

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