«Se marchó [el señor Bernard, su maestro] y Jacques se
quedó solo, perdido en medio de esas mujeres, después se precipitó a la
ventana, mirando a su maestro, que lo saludaba por última vez y que lo dejaba
solo, y en lugar de la alegría del éxito, una inmensa pena de niño le
estremeció el corazón, como si supiera de antemano que con ese éxito acababa de
ser arrancado el mundo inocente y cálido de los pobres, mundo encerrado en sí
mismo como una isla en la sociedad, pero en el que la miseria hace las veces de
familia y de solidaridad, para ser arrojado a un mundo desconocido que no era
el suyo, donde no podía creer que los maestros fueran más sabios que aquel cuyo
corazón lo sabía todo, y en adelante tendría que aprender, comprender sin
ayuda, convertirse en hombre sin el auxilio del único hombre que lo había
ayudado, crecer y educarse solo, al precio más alto»
Albert Camus, El
primer hombre (traducción de Aurora Bernárdez), Barcelona, Tusquets, 1994
Para qué nos sirve Camus (artículo de Marta Peirano en eldiario.es)
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