La cosa ha sido así: he colgado las fotos de la entrada anterior y, como tengo muy mal gusto sentimental (de hecho de sentimental pasa a sentimentaloide con una facilidad pasmosa...), se me ha ocurrido que qué pequeñín era el mundo que mis ojos vieron por vez primera. Y he pensado que eso debe marcar, que tiene que imprimir carácter... Algo así como un código genético (fluvial, en este caso...) u óptico...
Menos mal que luego la vida va modificando cierta visión estrecha y se neutraliza el mal gusto sentimental con buenos gustos de otro tipo (literarios, musicales...). Y es aquí cuando me ha venido al recuerdo (que viene de re-cordis: volver a pasar por el corazón...) esta joyita de Lluís Llach (siempre...) País petit.
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