miércoles, 11 de septiembre de 2013

En el barrio hay una cafetería que se llama La embajada a la que mi madre llama La aduana. El otro día me dio por pensar en la posible justificación de este cambio. Ya saben, cuando la lengua se dice a sí misma...
 
No estamos muy acostumbradas a ser recibidas con alfombras  rojas, copa de cava y bombones almendrados.
 
Sí a ir pasando por lugares de tránsito; siempre mostrando las credenciales que confirmen nuestro lugar en el mundo.
 
Como si eso fuera posible...
 
Vivir a la intemperie bajo una identidad y bajo un techo.
 
Amar una silla, espacio y movilidad. El único objeto que conservo de la infancia...

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