Another year trata de un matrimonio de clase media -él, geólogo; ella, asistente social- y algunos amigos satélites. Vemos cómo se va desarrollando su vida a través de las cuatro estaciones. En la primavera hay un nacimiento y en invierno una muerte. Sin embargo, nada altera a aparente perfección de su paz y de su felicidad. Sentí ganas de patearles la boca. ¿Por qué? Pienso que no se puede mantener uno impasible ante lo que pasa a tu alrededor, sobre todo cuando lo que pasa es que amigos cercanos sufren y van directamente a un hondo penar... Soledad, se llama. Porque este matrimonio, que siempre sabe lo que hay que hacer y lo hace -junto con su hijo, abogado treinteañero- en una perfecta sincrónica, como si la vida fuera una danza coreografiada. Pero la vida no está sujeta -no debe estarlo- a unos movimientos marcados. Las equivocaciones, los cambios de ritmo, la ruptura del compás, la pérdida de pie, existen. En el baile y en la vida. Y a ver qué hace el compañero de baile o de vida con eso... Podemos no verlo, claro. Pero entonces se hunde la representación colectiva. Y si lo vemos y no actuamos -no acompañamos- ¿en qué nos convertimos? Supongo que algo tendrá que ver la exquisita educación británica, esa pasión por formas de comunicación que silencian la parte oscura -una parte muy importante, si duda- de cada uno de nosotros...
Hoy, alguien me preguntó: ¿y qué quiere decir el director con eso? Y, en fin, ahora que reviso la filmografía de Leigh dudo mucho de que su perspectiva quiera presentar a este matrimonio como modelo... Pero seguiré dándole vueltas...
Ahora que me acuerdo: Tom y Gerri se llaman... (el matrimonio, digo).
Ahora que me acuerdo: Tom y Gerri se llaman... (el matrimonio, digo).
Los actores, impecables. Todos, cada uno en su función...
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