Ayer vimos Shame, de Steve McQueen. Yo quería ver Ira de titanes, por aquello de la mitología y porque trabaja mi adorado Liam Neeson (haciendo nada menos que de Zeus). Pero tengo la mala costumbre (lo que no está escrito me cuesta darlo como real. Es un defecto, ya lo sé) de leer las críticas antes (también por aquello de la crisis, claro). Y todas eran demoledoras, así que consiguieron echarme para atrás.
Shame me encantó. Porque es una de esas historias que cuentan estupendamente lo que no cuentan (sí, al modo que siempre digo que hace Roberto Bolaño). Muy bueno el trabajo de los actores, con escenas en las que mantienen un pulso inquebrantable con la sordidez, el pasado, la soledad, el dolor, el silencio, el deseo... La pena, la incomunicación... Pero también la risa. Y correr, correr. Ver desde lo alto (pero... ¿qué es estar en lo alto?) una hermosa, envejecida y brillante Nueva York. ¡La cantidad de adjetivos que estoy necesitando!... Tal vez sea la expresión, fácil y cobarde, de la apelación que la película hace a la parte oscura de cada uno de nosotros. Porque eso es difícil de contar y, además, cada uno tendrá su propia percepción...
Magníficos los contrastes que logra el director como expresión, creo yo, de la propia dualidad del alma de los personajes: la elegancia del protagonista con el ambiente portuario o una noche de degradación. El fango rescatador en el que, en ocasiones, nos sumergimos... La búsqueda del dolor para huir del dolor. Esas cosas, ya saben.
Y Bach... No les digo más. ¡Ah, sí!, otra cosa: una maravillosa versión de New York, New York que alimenta con su vida Carey Mulligan... He encontrado esta página con los temas musicales de la película.
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