viernes, 2 de septiembre de 2011

Y, en medio de todo, un libro que me tiene cogida, sobrecogida y recogida:

«En la lógica del capitalismo avanzado todo está en relación. Flujos de dinero, de deseo, de fuerza, grandes aparatos ideológicos que permiten que los acontecimientos puedan corresponderse a escala global: un asiático vende una empresa, un neoyorquino la compra. Foucault decía: no hay afuera. El sistema, por tanto, funciona por la extensión constante de sus nodos hasta reclamar todas las formas de rebeldía o los flujos más desperdigados, como una cobertura inmensa que canalizara todo a su paso y que, por este mismo deseo de absorción (deseo zombi), amenazara con extender constantemente la plaga. ¿Qué ocurriría si hasta el último de los supervivientes renaciera en uno de estos lívidos autómatas? Ésa es la lógica del capitalismo: absorción de códigos, filtrado, centralización. El capitalismo funciona como la pandemia zombi, es el pensamiento de la horda: cubrir todo, arrasar todo. No guardes un cadáver en la despensa, unos pocos sesos en la alacena, hay que comerse aquello que pase por delante. Como en las películas del género, no hay escapatoria, nunca hay final feliz, no se resuelve la pandemia. A lo sumo, algunos logran huir, pero su destino es una ciudad aún más sumida en el holocausto. ¿Qué espacios deja libres la extensión del capitalismo? Ni siquiera el arte o la revolución pueden escapar a su alcanza. Un capitalismo zombi que nos entrega pequeños momentos de ocio, que permite la dilapidación del dinero y que retarda el pago todo el tiempo que puede. Como en la plaga zombi, hay que quemar los recursos, todos ellos, y extenderse, territorializarse. No hay un líder en la manada: el movimiento de un solo zombi hacia su presa alerta a todos los demás. El capitalismo, igual que ha renunciado a sus líderes, que no dejan de ser peleles para que, en un movimiento suyo, la masa pueda abroncarlos, criticar su gobierno, ridiculizarlos. […] Porque el poder, como adujo Foucault, no se tiene: se ejerce. La pelota pasa de tejado en tejado, sin líder para la horda. Un político mete la pata y, una vez que la teatralidad del humorismo ha sido absorbida por ese circuito del capitalismo avanzado, basta con reírse de él. hacer una caricatura o una imitación en algún canal privado, para que todo pueda seguir funcionando igual. Lógica capitalista. Lógica zombi»
Jorge Fernández Gonzalo, Filosofía zombi, Barcelona, Anagrama, 2011

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