lunes, 13 de junio de 2011

El otro día vi Copia certificada (que me gustó, a pesar de no saber dónde esta la verdad o precisamente debido a ello). ¿Íntimos jugando a ser desconocidos, desconocidos que juegan a ser íntimos? ¿En qué cosa extraña estamos permitiendo que nos conviertan?... El asunto es que me gustó porque, tanto si es una u otra respuesta, alguien se ha permitido jugar a difuminar identidades, derrumbar relaciones y reconstruir, reinventar, crear... Porque es mentira que siempre seamos los mismos (siéndolo), porque ahora más que nunca me parece imprescindible —sí, he dicho imprescindible... Me tiene podrida tanto equívoco de relatividad que es término marcado y bien marcado— la ruptura de la palabra, de la idea, el dejar que las cosas surjan, sin estrategias, sin un plan determinado (éste ya está en nuestros corazones. Lo dijo Durruti: LLEVAMOS UN MUNDO NUEVO DENTRO DE NUESTROS CORAZONES, ESE MUNDO ESTÁ CRECIENDO EN ESTOS MOMENTOS). Y ¡ojo!, que no estoy diciendo jugar a una equívoca bondad, sino a dejar espacio a la capacidad que tenemos de crearnos y recrearnos a cada instante... Si nos dejan. Y nos dejan cuando, realmente, lo queramos... Fluir, vivir...

Y ahora, lo importante: un poema de Antonio Orihuela

a Santiago Alba Rico

Somos un cúmulo de imágenes extraídas de la telebasura.

Lo más íntimo,
lo más personal,
imágenes ya vistas es la fábrica de lo masivo.

Vividos en ataúdes de seguridad,
subsistidos en ciudades cajas fuertes,
construidos en gustos por el centro comercial,
calzados en automóviles
y trazados por arquitectos contratados por la Disney.

Perdidos de nosotros mismos,
nuestra seguridad se basa en que somos imágenes ya vistas,
copias risueñas,
cuerpos vacíos enfundados en celuloide,
forografías de fotografías,
almas robadas,

imágenes absurdas a la búsqueda de algún sinsentido.
.
Antonio Orihuela, «Copias auténticas», en La ciudad de las croquetas congeladas, Tenerife, Baile del sol, 2006

No hay comentarios:

Publicar un comentario