Mi ventana da al patio de un colegio. Oigo y veo sus juegos, sus peleas, sus gritos-que-no-vienen-a-cuento-que-son-sólo-por-el-placer-de-gritar... Y escucho a una niña preguntar:
—¿Alguien quiere jugar conmigo?
Mi primera impresión es de ternura (¡ingenuidad!, me digo). Pienso en la expresión de la vulnerabilidad de la chiquilla. Pero, en una segunda vuelta, cambio el gesto porque:
1º Hace falta tener valentía para expresar tan claramente una necesidad (o un deseo, como quieran)
2º Ésa es, precisamente, la manera de formar el nosotros que permite jugar y vivir (de dos en dos o de millones en millones...)
3º ¿Quién es el guapo o guapa que dice que no a una propuesta semejante?... ¿Eh?
ESCRIBE YA COOOOOOOOÑO!!!!! Tu genio no está en la lámpara, está en el teclao!!!
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