domingo, 10 de abril de 2011

Y esta mañana he ido con la divina Esme del bar de la esquina, «El andariego», a la sala Plot Point a ver Mi madre, Serrat y yo. Es una obra que estrenaron hace dos años y yo siempre que pasaba decía: «Tengo que ver esta obra». Porque en esta casa, Serrat es Dios... Pero, como en tantas otras cosas, la pereza hace dejarlo para luego y para luego... Porque, además, como el Nano es de la familia... Total, que el Destino, el fatum, vino, como siempre, a poner las cosas en su sitio y Esme me dijo el otro día: «¿Qué tienes que hacer el domingo a las 12:30?». Tengo que terminar el proyecto del curso. Peeeero... El destino, se sabe, es ineludible te pongas como te pongas. Y allá que nos fuimos las dos con el sol. La sala es pequeña y preciosa, casi tanto como mi cajita. Cuidada que cuida... Por ejemplo, entras con tu entradita en la mano y... ¡te invitan a un cava!... Claro, un cavita un día de primavera a las 12:30 es un regalo de la realidad, no me digan que no...
     La obra es sencilla y está muy bien llevada. Cuenta la historia de Lucía (la madre) y Penélope (la hija) y de cómo las canciones de Serrat han configurado, configuran y plantan la semilla de la configuración del porvenir. Historia de amor, alegría y muerte que abona vida. Con las canciones del Nano como hilo conductor... Y, claro, una se reconoce en tantas cosas... que hemos terminado riendo y llorando al 50%. Al final, charla con las dos actrices y nuevo cavita... El móvil de Lucía tiene este sonido, nada menos (aunque nunca llega a decir...). ¡Viva doña Ángeles, que parió a Serrat!



4 comentarios:

  1. ¿Puedes ser un poco más explícito-explícita, por favor? Ese ¡madre mía!... ¿Es positivo, es negativo, es anecdótico?... ¿Se refiere al texto de la entrada, a la canción, al espectáculo?... ¡Ay, qué desasosiego me crea, caray!

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  2. ¡Y que no cambias, rubia!

    ... y que no cambies.

    Rubia.

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