«—Así soy, y estoy condenado a serlo. Siempre seré fantástico, oscuro, tenebroso, bilioso. Tengo ya treinta años y siempre me he dedicado a la guerra, para distraerme de un mundo que no amo. Con eso, me he dejado en casa una gran novela aún manuscrita. Me gustaría verla impresa, y no puedo ocuparme de ella porque tengo que cuidar de estas sucias cuentas. Si fuera ambicioso, si tuviera sed de placeres... Si por lo menos fuera malo... Por lo menos como Bixio. Nada. Me conservo niño, vivo al día, amo el movimiento por moverme, el aire por respirarlo. Moriré por morir... Y todo habrá acabado»
«Hacedme caso, si lo que se desea es que alguien salte por los aires de verdad, no queda sino la vieja pólvora. Y eso sí que es un auténtico espectáculo»
«Una persona que ha trabajado para nosotros [se refiere al Gobierno], nunca deberá pisar una sala de justicia y esto, perdonadme si enuncio un principio general, valdría y valdrá también para vos. Lacroix será víctima de un accidente. La viuda recibirá su justa pensión»
«Y al diablo los galeotes, idealistas o asesinos, y sus comidas. Las cárceles están hechas, al fin y al cabo, para permitir que los caballeros vayan al restaurante sin correr riesgos»
«¿Qué es lo que vuelve verdaderamente fidedigno a un informador de la policía? El descubrimiento de un complot. Así pues, tenía que organizar uno para poderlo denunciar»
Umberto Eco, El cementerio de Praga (traducción de Helena Lozano Miralles), Barcelona, Lumen, 2011 (7ª edición)
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