Esta mañana, al llegar a mi clase de 4º de la ESO y sin mediar palabra (bueno sí, tras los buenos días...), les he leído el primer capítulo de Deseo de ser punk a mis chicos. A esto el profe lo llamaría "terrorismo literario". Después, sin transición, esquemita y explicación teórica de sujeto y predicado. No lo hemos comentado. No esta vez. Que pregunten, si quieren.
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Ha sido impresionante.
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"Odiaba su música. Normalmente son los padres los que odian la música de los hijos. Pero es que: uno, yo no tenía música; dos, a ellos les daría igual que la hubiera tenido porque yo no iba vendiéndoles a ellos lo que me gustaba. A lo mejor no debía contártelo. ¿Qué importa? Tener dieciséis años y no tener música. Hay chicas de mi edad que no tienen padres ni familia, ni cama, yo qué sé. Vale, ¿y para qué sirve comparar? Las cosas tienen que estar bien porque lo están, no porque sean mejores o peores que ninguna otra. Mi bolígrafo es perfecto. Plateado, de los que aprietas para que baje la punta. Y tiene recambios. Me gustan los recambios. Hacen que sepa que mi bolígrafo es único, lleva cinco recambios puestos por mí, dos de tinta azul y tres de tinta negra. Y ya está. No lo comparo, no me da la gana. Estoy escribiéndote con él y es todo lo que necesito. Creo que tener dieciséis años, llamarse Martina y no haber tenido música es un asqueroso desastre. Porque si la hubiera tenido sentiría que pertenezco a algún sitio, supongo. Tener música es como tener un código. Y es extraño porque yo creo que sí tengo un código.
'You, who are on the road, must hace a code, that you can live by': Tú, que estás en la carretera, debes tener un código según el cual puedas vivir. En inglés suena mejor, y rima un poco. Es la letra de una de las canciones que les gustan a mis padres. Creo que me dan grima porque gastan frases que me importan. O sea, desprecio, por ejemplo, a La Oreja de Van Gogh. Pero no les odio, no se lo merecen, ¿Sabes?: 'Mi corazón lleno de pena, y yo una muñeca de trapo', puagh, es una estupidez, babosa, me imagino a cualquiera oyéndola mientras espera con el carro rebosante de yogures, detergente y jamón york en la cola del supermercado. Mi corazón, saco los yogures, lleno de pena, cojo el detergente, y yo una muñeca de trapo, saco la cartera. En realidad, no es música. Son sonidos empaquetados, como esos juguetes de bebés con pilas que dicen 'pruébame' y aprietas y suenan cosas. La música, la de verdad, no suena: te atraviesa el cuerpo de parte a parte".
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Belén Gopegui, Deseo de ser punk, Barcelona, Anagrama, 2009
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Uy! Qué bien, tu "tocayo"!..
ResponderEliminar¡Jejeje!... ¡Sí!
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