jueves, 7 de octubre de 2010

... sigo con la entrada anterior... Esta mañana les he puesto la peli El hombre y el monstruo, basada en el Dr. Jekyll. No hemos terminado de verla, claro, necesito tres sesiones. Intento endulzarles la distancia que les supone una película de 1932 con una "picota" (chuche). Cuando ha sonado el timbre, pregunto a uno de ellos: "¿Te ha gustado?". Me responde: "¡Está muy bien, profe. Para ser en blanco y negro...". Ya les había advertido de la extrañeza que les iba a suponer ese lenguaje tan lejano para ellos (además, la hemos visto subtitulada, por supuesto...).
.....Pienso en esto mientras regreso a casa y recuerdo una entrevista (¡del 2004!) con el gran, gran, gran Alberto García-Alix:
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"Yo me expreso con el blanco y negro, aprendí con eso, es como si haces el gazpacho que te enseñó tu madre. Ahora lo hacen con fresas, y estará igual de bueno, pero...". 
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Artículo completo aquí.
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Espero que mis chicxs encuentren su blanco y negro, su gazpacho... Distingan y elijan (dr. Jekyll, vamos. Aceptación de lo primario: "Una cosa es la acción y otra el impulso", se dice en la peli)
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Aparte: aunque el Nobel (o cualquier otro premio de esta envergadura) me trae bastante al fresco, aprovecho la ocasión que se me brinda para decir que, ideologías aparte (cómo me molesta, además, que haya personas que juzguen mi criterio sólo por este aspecto), Vargas-Llosa me parece un gran escritor hasta El paraíso en la otra esquina (2003). Sus últimas novelas nos ofrecen a un escritor que domina la técnica  (quien tuvo retuvo...) pero que deja ver su documentación (esto en sus grandes novelas no pasa de ninguna de las maneras). Mis preferidas: Conversación en la catedral (recuerdo que la leí mientras preparaba el acceso a la universidad para mayores de 25 años diciéndome todo el tiempo que debería estudiar en lugar de engolfarme en la lectura...); La tía Julia y el escribidor; La guerra del fin del mundo (ésta la leí en la única baja que he tenido en mi vida. Fue a causa de un accidente de tráfico). 
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Y... El hablador (1987), una de sus novelas menos conocidas y que yo leí en estado de trance:
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"La idea de ese ser, de esos seres, en los  bosques insalubres del Oriente cusqueño y de Madre de Dios, que hacían larguísimas travesías de días y semanas llevando y trayendo historias de unos machiguengas a otros, recordando a cada miembro de la tribu que los demás vivían, que, a pesar de las grandes distancias que los separaban, formaban una comunidad y compartían una tradición, unas creencias, unos ancestros, unos infortunios y algunas alegrías, la silueta furtiva, tal vez legendaria, de esos habladores que con el simple y antiquísimo expediente -quehacer, necesidad, manía humana- de contar historias, eran la savia circulante que hacía de los machiguengas una sociedad, un pueblo de seres solidarios y comunicados, me conmovió extraordinariamente. Me conmueve aún, cuando pienso en ellos, y, ahora mismo, aquí, mientras escribo estas líneas, en el Caffè Strozzi de la vieja Firenze, bajo el calor tórrido de julio, se me pone todavía la carne de gallina.
.....-¿Y por qué se te pone la carne de gallina? -dijo Mascarita-. ¿Qué es lo que tanto te llama la atención? ¿Qué tienen de particular los habladores?
.....En efecto, ¿por qué no podía quitármelos de la cabeza, desde esa noche?
.....-Son una prueba palpable de que contar historias puede ser algo más que una mera diversión -se me ocurrió decirle-. Algo primordial, algo de lo que depende la existencia misma de un pueblo. Quizá sea eso lo que me ha impresionado tanto. Uno no siempre sabe por qué lo conmueven las cosas, Mascarita. Te tocan una fibra secreta y ya está." (pags. 91-92 de la edición de Seix-Barral, 1991)

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