domingo, 5 de septiembre de 2010

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Tras la comida pachanera de ayer (en la que optamos por cambiar la bebida en vista de los 340 grados a la sombra) y como es ya ritual (que nos gustan los rituales a nosotras) fuimos a disfrutar uno de nuestros vicios favoritos (como el de Leopoldo María Panero): ir de librerías... En realidad, siempre terminamos en la misma (porque nos permite tomar café y lo que sea menester mientras): La buena vida (tienen el enlace en Pintiparados). Estoy parentética hoy, parece. Vale, me corrijo...
.....El caso es que la semana pasada he estado entusiasmada con un libro de Raymond Queneau, Ejercicios de estilo. Profes de lengua: imprescindible para trabajar con los chicos temas escabrosos (aféresis, apócope, síncopa, lítote, formas verbales....) de forma divertida e inteligente (¡vaya, encima ahora me pongo redundante!...). Pido perdón y sigo...
....."Me llamó" (que es la forma que J1 utiliza para explicar nuestra imposible resistencia a los libros, aunque mi madre dice que es una enfermedad) por varios motivos: 1) la fotografía de la portada

 
 Coco, (París, 1952) de Atelier Robert Doisneau
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2) el título, Calle de los maleficios. Crónica secreta de París, de un autor desconocido para mí: Jacques Yonnet y 3) el comienzo:
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Una ciudad muy antigua es como una charca, con sus colores, sus reflejos, su frescor y su cieno, su efervescencia, sus maleficios y su vida latente.
.....La ciudad es mujer, con sus deseos y repulsiones, sus impulsos y sus renuncias, y su pudor, sobre todo su pudor.
.....Para penetrar en el corazón de una ciudad, para conocer sus secretos más sutiles, hay que actuar con infinita ternura y con una paciencia a veces desesperante. Hay que rozarla sin hipocresía, acariciarla sin segundas intenciones y hacerlo durante siglos.
.....El tiempo trabaja para quienes se sitúan fuera de él.
.....No puede considerarse de París, no puede llamarla su ciudad, quien no conoce sus fantasmas. Impregnarse de sus grises, confundirse con la sombra indecisa e insulsa de los ángulos muertos, unirse a la multitud húmeda que, siempre a las mismas horas, surge o rezuma del metro, de las estaciones, de los cines o de las iglesias; o ser el hermano silencioso y distante de quien pasea solo, del soñador inmerso en una soledad desconfiada, del iluminado, del mendigo, del borracho incluso. Todo esto requiere un largo y difícil aprendizaje, un conocimiento de las gentes y los lugares que sólo se consigue tras años de paciente observación.
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Además, hoy José Ángel Barrueco habla de él, así que yo que ayer fui capaz de sustraerme a la tentación, hoy, como penitencia, después de la paella dominical y con 666 grados a la sombra, he ido a la librería a comprarlo. Cuando Juan me ha visto entrar ha dicho lo que ustedes ya saben: "Qué vicio"...
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Que ¿qué tiene que ver con Queneau? Pues que él dijo que consideraba este libro el mejor jamás escrito sobre París. No sé si lo será (llevo apenas 70 páginas), pero ya me ha fascinado porque habla de los personajes de la ciudad. Y ése es, precisamente, un tema que me atraviesa desde hace... ... ... ... ... 

mucho tiempo. Empecé a escribir acerca de los personajes de mi barrio, algún día (tal vez cuando pierda del pudor de la ciudad) colgaré alguno aquí. Mientras tanto, bañito de nostalgia, ¡hale!
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1 comentario:

  1. Que bonitas las fotos...Si es que soy tan fans de vos!!! Y pensar que repetiremos me emociona.

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