lunes, 2 de agosto de 2010

Para todo hay una primera vez (aunque a veces llegue tarde)

El otro día hice un simpa, Así como lo oyen. A mis 46. Pero, como diría Guillermo de Baskerville, "tengo razón". O, mejor, la tuve en aquel momento. Tras el "acto público" de Leganés, me pasé por la biblioteca del barrio a coger un libro. Tenía hambre (y agotamiento), así que entré en una cafetería y pedí un pincho de tortilla y (algo inusual también) una cocacola. Tres camareras hablaban con un señor, Rafael, de 80 años. No es que lo conociera, es que ambos datos surgieron en la ¿conversación? que mantenían, que versó sobre a cuál de las tres ¿señoritas? iba a dejar el señor Rafael su herencia. Lo que podía ser simplemente un alto en el trabajoso mundo de la hostelería, una conversación alegre y desenfadada, un "alto", se iba convirtiendo en ¿burla? ¿Verdad? Lo cierto es que las tres camareras estaban con ojos y boca sólo para el señor Rafael. Una mujer que estaba a mi lado pidió como cinco veces la cuenta. Yo sólo llegué a tres, tras de las cuales, y porque me pareció muy fea su actitud, salí de naja...

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