"Allí vi flores por primera vez, flores de verdad, como las que había en la iglesia. Debajo de los tilos, por la parte de la cancela, estaba el jardín, lleno de zinnias, de lirios, de asperillas, de dalias. Aprendí que las flores eran plantas como los frutales -en vez de frutas daban flores que también se recogían, que gustaban a la señora, a las hijas, quienes salían a cortarlas protegiéndose del sol bajo las sombrillas y luego, al regresar a casa, las colocaban en jarrones-".
"Hablamos también de Valino y de su cuñada. El que Valino durmiese ahora con ella era lo de menos -¿qué podía hacer?-, pero en aquella casa ocurrían cosas lamentables. Nuto me contó que desde la llanura del Belbo se oía gritar a las mujeres cuando Valino se quitaba el cinturón y las azotaba como si fueran animales, también azotaba a Cinto -no, no era el vino, que no les daba para tanto, sino la pobreza, la desesperación de aquella vida sin salida".
"Fue con él con quien aprendí que no se habla por hablar, por presumir de haber hecho esto y lo otro, de haber comido y bebido, sino que se habla para entender el mundo, para crearse una idea de él".
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