lunes, 11 de enero de 2010

Desangelamiento


Aquí todo sonríe. (Perdón:

el hipopótamo hembra del zoo piensa y bosteza.)

En esta breve estancia soleada,

defendida

de la prisa, del humo y de los ruidos

por macizos de hortensias,

por muros de aligustre,

por rejas de enramada,

hay como una parodia del humano genuino

en su versión original, antes

de que incurriese en pena de destierro

por indebida apropiación de fruta.

«Prohibido coger flores».

.........................................¿No es casi igual

que entonces —tal como nos lo cuentan?

Y la mano indefensa de la niña

que lleva sin temor pan y ternura

hasta las fauces húmedas del oso,

¿no evoca

aquella deseable

promiscuidad,

la hermosa convivencia

de tigres y gacelas, jirafas

y leones,

buitres, serpientes, cisnes y alacranes,

conseguida

bajo la penetrante mirada

del más extraño bípedo,

de la más asombrosa

arcilla reflexiva y semoviente?

También descansa todo,

aquí. Acuden los pañuelos

con frecuencia

a enjugar el sudor que brota de las frentes,

pero esa mancha húmeda

.........................................(que asimismo destiñe

las ropas de mujer por las axilas,

dejando allí la sombra y el misterio

de una creciente medialuna amarga)

no surge del esfuerzo necesario

para ganar el pan:

.............................más bien la causan

la reverberación del mes de junio,

su deslumbrante peso,

el cegador desmayo de sus luces

que penden (áureas, verdes y rizadas

por la cálida brisa) de las densas

ramas de los cipreses y los plátanos.

Vegetación y ocio, cachorros

de cocodrilo y de contribuyente:

he ahí la Creación

.............................municipal.

El edilicio ingenio

dispuso esas fragantes bambalinas

y colocó en su centro

al ciudadano empadronado

para júbilo, y gloria, y goce mutuos.

Y así ha vuelto a ser rey —si no arrogante,

al menos comedido y respetuoso—

de lo creado el hombre, los domingos.

A veces, entre horas,

cualquier día laborable

también regresa y mide,

incógnito y fugaz, con leves pasos

su dominio,

comprueba el orden de todos sus bienes

(bancos, sauces, palomas, fuentes, pétalos,

estatuas, urinarios, mariposas),

deja

su luminoso cetro entre las ramas,

y vuelve hacia su sitio de cosa entre las cosas,

dirigido por rótulos y luces,

acosado por claxons y sirenas,

cerrada la esperanza, el miedo abierto,

y el deseo también, y la nostalgia

de todas las mentiras que creyó cuando niño...

.

Ángel González, «Parque con zoológico», Tratado de Urbanismo [fue publicado en 1969], Madrid, Bartleby Editores, 2006

.

Lo que tienen las ausencias es que, en ocasiones, se vuelven más presencias. Ahora, cuando voy a Gijón, siempre recuerdo las veces que lo vi (en la carpa de la Semana Negra, en la terraza del hotel Don Manuel, cruzando la calle de vuelta de comprar la prensa...). Si estuviera del lado de acá, sería como todos, y no lo recordaría... Habrá que brindar con él con un Johnny Walker... Por su vida mortal. En el lado de allá... ¡A la tuya, maestro!

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