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«Si el yo y la dimensión imperativa de la persona fracasan; si el actuar y el vivir intensamente produce el engaño ilusorio que termina en la angustia y la muerte, ¿qué les queda a estos habitantes de la ciudad celestinesca? Quizá la relación con otros seres humanos, la comunicación y la solidaridad, sentidas como radialmente necesarias y de las cuales se habla en todo momento en la obra, como sucede en el Romancero y como sucedía en el Libro de Buen Amor. La amistad será el corolario más lógico y noble de este deseo de comunicación; vivir es, sin duda, compartir y relacionarse [...] para llegar a ello es preciso comenzar por algo elemental: la palabra [...] Mas la palabra puede ser también engañosa, y servir para lo contrario de lo que, idealmente, debe ser utilizada: es pervertida, desvirtuada, y se convierte en instrumento de confusión y de engaño. Con todo, la privación de la palabra aparece en La Celestina muy obviamente como la privacion de toda posibilidad de relación humana».
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Carlos Blanco Aguinaga, Julio Rodríguez Puértolas, Iris M. Zavala, Historia social de la literatura española, Madrid, Castalia, 1978 (hay edición en Akal)
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