jueves, 24 de diciembre de 2009

La cuadrilla, con A. y S. a la cabeza, me han metido en un lío: me han hecho una balda preciosa en el dormitorio justo encima de donde irá la cama... Junto con otras cosas, pondré libros, claro. Ahora bien, ¿qué libros? Porque, como dice J2, deben ser libros de esos que, si te despiertas con un ataque de ansiedad en medio de la noche, necesitas que estén ahí. Libros de cabecera, nunca mejor dicho. Y ahí te quiero ver... Porque mientras una está en la refriga con títulos diversos, no tiene por qué elegir. Pero cuando se habilita un lugar especial...
.....¿Y si la dejo vacía? Se me ocurre ahora que también podría ser... La negación de la elección. Una lámpara: ¡luz! (como decía Sáez de Ibarra que decía Felisberto). Y ya. Pero no, seguro que, al final, pondré: Cien años de soledad (y alguno más...) de García Márquez; Ancia, de Blas de Otero; Obra poética completa, de Miguel Hernández; Palabra sobre palabra, de Ángel González; Esta luz, de Antonio Gamoneda; El pasado, de Alan Pauls; las tres joyas de Roberto Bolaño (Estrella distante, Amuleto y Nocturno de Chile), que como las tengo en un volumen no tengo que elegir (menos mal...); la Obra completa de Felisberto Hernández; El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra; El corto verano de la anarquía, de Hans Magnus Enzensberger; Un mundo para Julius, de Bryce Echenique; El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso; los cuentos de Cortázar; La odisea, de Homero...
.....Mi colección de alicias no, porque ésa va a la entrada, en el tabique de libros... Razón lleva mi madre cuando dice que esto mío con los libros es una enfermedad como cualquier otra. Incurable, además.

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