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Era el año 87
y te vi aparecer,
hubo buen rollo enseguida,
sobre todo, sencillez.
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Zaragoza y Alicante
por nuestra amistad se unieron
y puedo ser, se fundieron
Cierzo y Moncayo en Levante.
De Malasaña al Gijón
recorrimos los cafés,
siempre aguantando de pie
a poetas de ocasión.
Prepotencia y ambición
eran sus buenas virtudes
tú me dijiste, no dudes,
no llegan al corazón.
Formamos una tertulia,
Alambique verdadero,
gota a gota la poesía
inundando Madrid entero.
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Está por la calle Fúcar
todos los lunes nos vemos
y hablamos sobre la vida
y de la caída del pelo.
Un día escribí que era un mono
y un mono hoy sigo siendo
los monos hacen monadas,
los poetas hacen versos.
Yo yo a tu lado, Ángel Guinda,
yo como siempre aprendiendo
que junto a ti la palabra
me quema, que es como un fuego.
No la apagues nunca, nunca,
vale la pena tenerla
eternamente encendida
y cada vez con más fuerza.
Que a ti se te encoja el pecho
viendo como los «sin techo»
no tienen donde dormir
y con tanta gente así
Sales a la calle, aquí
tu aliento republicano
al hombre le da la mano
y escribes: repercutir.
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Por cierto: que me encanta la edición del libro (no lo había visto, sólo había manejado la copia en pdf...). Es naranja y morado y tiene unas dimensiones felisbertianas... De vuelta al concepto de lo pequeño... Casi casi un
«libro sin tapas». Enhorabuena, maestro.
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