Razón tenía cuando escribió:
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Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.
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Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes,
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.
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Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.
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Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.
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Bien lo sabía nuestro Arcipreste: «Hace mucho el dinero, mucho se le ha de amar...». En fin, la noticia aquí.
¡Qué horror! ¡¡Pobre don Miguel!! Menos mal que le queda la tabla de salvación de una docencia que sepa divulgar sus palabras, aunque esto no suponga beneficios.
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